Que la estupidez humana no tiene
límites, es algo que casi nadie discute, pues es raro el día que no somos
testigos de alguno de sus numerosos ejemplos. Que el ser humano cae y vuelve a
caer una y otra vez en la misma piedra y repite hasta la saciedad los mismos
errores, es un hecho tan contrastado a lo largo de la historia, que nos hace
dudar en ocasiones de la capacidad de razonamiento del ser humano y de si en
verdad es superior a los animales.
Pero tranquilos que no estoy aquí
para hablarles de política, que en último extremos son ustedes los que deciden
en las urnas, sino para hablarles de inmigración y lo que es peor, de racismo. Concretamente de la
creciente oleada de intolerancia, fanatismo e intransigencia que se va
extendiendo por las distintas capas de nuestra población.