Cristo amarrado a la columna en el taller del escultor Vicente Tena (año 1944)
Se ha hablado tanto de las cofradías. Se han dicho tantas barbaridades
respecto de sus orígenes y antigüedad, que quizás convenga aclarar algunos
puntos para poder hablar con conocimiento de causa y no caer en el abismo de la
ignorancia.
Y para evitar los habituales errores y baile de siglos, lo mejor es
acudir a las fuentes. Es decir: revisar los documentos que componen nuestra
historia más antigua, para comprender mejor la evolución de un fenómeno tan
curioso como las cofradías. Una institución teóricamente destinada a
desaparecer con el paso de los tiempos, que gracias a su arraigo popular supo
aguantar los vaivenes de la historia y convertirse en la actualidad en un
fenómeno de masas.
Porque muchos desconocerán que las cofradías se fundaron originalmente
como asociaciones gremiales. Es decir: como grupos de personas que, ejerciendo
una misma profesión (artesanos, labradores, herreros, curtidores, tejedores,
ganaderos, mercaderes etc) se asociaban para apoyarse mutuamente en situaciones
adversas (enfermedades, desastres de la naturaleza y muerte). Eran pues
instituciones totalmente laicas, dirigidas a practicar la ayuda y el auxilio
mutuo entre sus componentes.