Cuentan las crónicas que
Santa Ágata de Catania (conocida en España como Santa Águeda o Santa Gadea) era una
hermosa muchacha de familia noble que vivió en la isla de Sicilia en tiempos
del emperador romano Decio, o quizás Diocleciano –que de esto no hay
certidumbre-. Rutilante y bella cual fulgurante estrella del firmamento, no
tardó el gobernador Quinciano en poner sus ojos en la muchacha y hacerla objeto
de sus deseos. Pero mira tú por dónde, como seguidora de la secta de los
cristianos, Águeda había decidido entregar su virginidad a Cristo y dedicar su
vida a la pequeña comunidad religiosa de la isla. Enterado el gobernador de las
intenciones de la muchacha y teniendo en cuenta que pertenecía a la casta de la
nobleza, decidió utilizar con ella un proceso de reeducación, a base de
enviarla al prostíbulo más conocido de la ciudad, el de Afrodisia, convencido
de que, influida por el ambiente del local, acabaría cayendo inevitablemente en
los placeres de la carne.
La iniciativa resultó todo un éxito y las antiguas celebraciones acabaron desapareciendo o fundiéndose con las de nuevo cuño. Sin embargo, no fue suficiente para eliminar del subconsciente colectivo la imperiosa necesidad de las gentes poco formadas –que eran la inmensa mayoría- a la hora de dirigirse y enviar sus rezos y peticiones a dioses visibles; dioses tangibles que se pudieran ver y tocar con las manos y a los que orar de tú a tú, hacer ofrendas y solicitar peticiones. Una vez más la iglesia (en este caso la católica) tuvo que ceder y atravesar las líneas rojas de sus propias creencias, para facilitar así la aceptación y el entendimiento de la religión cristiana entre las gentes de la calle.
Surgieron de esa manera las primeras representaciones de Cristo crucificado y la Virgen María en forma de estatua, con gran regocijo y alegría por parte de las gentes del pueblo, que por fin contaban con dioses de carne y hueso (bueno, sus efigies) a los que adorar, venerar e incluso sacar en procesión como habían hecho sus antepasados. Siglos después (finales del siglo XVI) tras la celebración del Concilio de Trento, los templos cristianos se llenaron definitivamente de estatuas de santos y las celebraciones procesionales se extendieron por buena parte de la cristiandad.
No conocemos con
exactitud la fecha en la que se implantó esta curiosa festividad en Corral de
Almaguer, aunque no parece que fuera antes del siglo XVII, dado que con
anterioridad no hemos encontrado descripciones ni referencias a dicha
celebración. Teniendo en cuenta además que las festividades de Santa Águeda se
circunscribían -con raras excepciones- a la mitad norte de España (incluida
Guadalajara), debemos concluir que muy probablemente se trate de una tradición
importada por personas que se asentaron en nuestra villa procedentes de
Castilla la Vieja, Guadalajara o País Vasco -donde esta fiesta gozaba de gran
aceptación-, o bien por corraleños que, por distintas razones (militares y
religiosas fundamentalmente) estuvieron destinados en la Isla de Sicilia a lo
largo del siglo XVI o comienzos del XVII. Este es el caso de nuestro paisano don
Bernardo Gasco, que ocupó la silla episcopal de la ciudad de Mazzara (Sicilia)
entre 1579 y 1586 o el de algunos soldados anónimos de la localidad que
formaron parte de los tercios españoles durante el reinado de Felipe II.
En
España, las fiestas de Santa Águeda gozaban de especial aceptación en el País
Vasco. Una sociedad fuertemente matriarcal que tomó a ésta Santa como patrona y
donde pervive aún la tradición de formar rondas de mozos que cantan antiguas
coplas en su honor, acompañados únicamente por el sonido de los palos o makilas
que portan en sus manos. Con el golpeteo de dichos palos sobre el suelo, se
pretende despertar a la tierra de su letargo invernal, para que vuelva a
concebir la simiente de una nueva cosecha.
En
Corral de Almaguer se fueron perdiendo buena parte de las viejas costumbres,
aunque aún pervive la romería más antigua de la localidad y se aprovechan las
hogueras rituales para celebrar las zangonás (fiestas de zánganos -jóvenes ociosos-) o “zangonas” como son conocidas en la actualidad, antiguas comidas de quintos que
se celebraban gracias a lo que éstos recolectaban el día anterior (víspera de
Santa Águeda) y que con el tiempo se generalizó entre toda la población, naciendo
la romería actual. Además y aunque la simbología pasa desapercibida para buena
parte del vecindario, se siguen elaborando roscas de pan en representación del
órgano femenino (quizás sea de aquí de donde viene lo de comerse un rosco). En
otros muchos lugares españoles, se hornean también bollos con forma de tetas.
Como
Santa Águeda es la abogada de las enfermedades de la mujer, los partos y la
lactancia, hasta hace poco colgaban de las paredes de la capilla de Santa
Águeda, exvotos de cera con forma de pechos y otras partes del cuerpo sanadas
gracias a su intercesión
Y
para terminar, unas coplillas populares que se cantaban hace muchísimos años en
Corral de Almaguer, cuando los quintos, la víspera de santa Águeda, pedían
comida por las casas para celebrar su “zangona” o comida de hermandad y cuyas
letras son difíciles de encuadrar, pues no se sabe muy bien si tienen
connotaciones gastronómicas o erótico-festivas.
Procesión de Santa Águeda con la alcaldesa de honor. |
Cuentan las crónicas que
Santa Ágata de Catania (conocida en España como Santa Águeda o Santa Gadea) era una
hermosa muchacha de familia noble que vivió en la isla de Sicilia en tiempos
del emperador romano Decio, o quizás Diocleciano –que de esto no hay
certidumbre-. Rutilante y bella cual fulgurante estrella del firmamento, no
tardó el gobernador Quinciano en poner sus ojos en la muchacha y hacerla objeto
de sus deseos. Pero mira tú por dónde, como seguidora de la secta de los
cristianos, Águeda había decidido entregar su virginidad a Cristo y dedicar su
vida a la pequeña comunidad religiosa de la isla. Enterado el gobernador de las
intenciones de la muchacha y teniendo en cuenta que pertenecía a la casta de la
nobleza, decidió utilizar con ella un proceso de reeducación, a base de
enviarla al prostíbulo más conocido de la ciudad, el de Afrodisia, convencido
de que, influida por el ambiente del local, acabaría cayendo inevitablemente en
los placeres de la carne.
Pero Águeda -que se
mostró inflexible en todo momento- decidió permanecer firme en sus convicciones
religiosas y guardar la virginidad para su señor. Ofendido el procónsul por el
terco comportamiento de la joven, ordenó que la trajeran a su presencia junto
con su familia, para intentar él mismo convencerla mediante halagos, promesas y
amenazas. Sin embargo y lejos de asustarse, la muchacha se reveló instruida e
inamovible en sus opiniones, debatiendo con el gobernador la veracidad de sus
distintos credos y acusándolo de idolatría por rendir culto a estatuas que
representaban dioses paganos.
Resentido y humillado,
Quinciano ordenó que la encerrasen en prisión por ver si se doblegaba su
voluntad y pasados dos días mandó llevarla de nuevo ante su presencia. Una vez
más Águeda se mostró firme en sus convicciones, por lo que el gobernador, preso
de rabia, ordenó esta vez que la torturasen sin piedad y le cortasen los
pechos.
Dice a continuación la
leyenda, que estando en prisión malherida se le apareció un Ángel o San Pedro
(que sobre esto tampoco hay consenso) y no sólo le curó las heridas, sino que
le restituyó los pechos en su lugar. Enterado de nuevo Quinciano, ordeno que se
hiciera una gran hoguera y su cuerpo fuera arrastrado una y otra vez sobre las
brasas ardientes hasta morir.
Busto-relicario procesional de Santa Ágata (catedral de Catania) |
Hay quien dice que justo
en ese momento (otros que al año siguiente) comenzó una erupción del
volcán Etna que amenazó con abrasar toda la ciudad de Catania. Los vecinos
asustados, achacaron la desgracia a la injusticia cometida por el gobernador
sobre la pobre Águeda y encomendaron sus ruegos a la muchacha, consiguiendo que
la lava se parase poco antes de entrar en la ciudad.
Desde entonces, Santa Ágata de Catania (Santa Águeda en España) se
convirtió en la patrona de la isla de Sicilia y a ella se siguen encomendando
sus habitantes cada vez que ruge el volcán.
Sobre
los posibles orígenes de la fiesta
Una vez más -por fechas y rituales- nos encontramos con una fiesta
cristiana que sustituyó a otra festividad pagana anterior o que cuenta al menos
con un fuerte trasfondo ancestral. Debemos tener en cuenta que para los
habitantes españoles de los primeros siglos y para todos los pueblos del
antiguo imperio romano en general, no debió resultar nada fácil entender una
nueva religión (la cristiana) basada en conceptos espirituales abstractos y por
lo tanto difíciles de comprender para la gente de la calle. Para colmo, el
cristianismo prohibía las representaciones de dioses en forma de estatua a las
que los habitantes de estas tierras estaban acostumbrados desde siglos atrás y
a las que acudían para rezar, hacer ofrendas o sacar en procesión. Si tenemos
en cuenta además que por aquellas fechas el analfabetismo se extendía entre más
del 99% de la población y los nuevos rituales se celebraban en una lengua poco
o nada conocida por buena parte del pueblo (el latín), entenderemos el porqué
de la persistencia de los viejos ritos paganos en nuestros días.
Conscientes los
patriarcas de la dificultad de erradicar las antiguas costumbres y fiestas
paganas entre las gentes de la calle, comenzaron por interponer celebraciones
cristianas en las mismas fechas de las paganas, para intentar así imponer los
nuevos ritos y que los antiguos fueran poco a poco desapareciendo. De esa
manera, comenzaron a aparecer santos cristianos masculinos y femeninos abogados
de determinadas causas, peticiones y dolencias, en las mismas fechas y para los
mismos objetivos con que se celebraban algunas de las fiestas protagonizadas
por el amplio abanico de dioses romanos.
Promesas. La ofrenda de exvotos a los Dioses y santos es una antiquísima tradición que se remonta a la época Ibérica |
La iniciativa resultó todo un éxito y las antiguas celebraciones acabaron desapareciendo o fundiéndose con las de nuevo cuño. Sin embargo, no fue suficiente para eliminar del subconsciente colectivo la imperiosa necesidad de las gentes poco formadas –que eran la inmensa mayoría- a la hora de dirigirse y enviar sus rezos y peticiones a dioses visibles; dioses tangibles que se pudieran ver y tocar con las manos y a los que orar de tú a tú, hacer ofrendas y solicitar peticiones. Una vez más la iglesia (en este caso la católica) tuvo que ceder y atravesar las líneas rojas de sus propias creencias, para facilitar así la aceptación y el entendimiento de la religión cristiana entre las gentes de la calle.
Surgieron de esa manera las primeras representaciones de Cristo crucificado y la Virgen María en forma de estatua, con gran regocijo y alegría por parte de las gentes del pueblo, que por fin contaban con dioses de carne y hueso (bueno, sus efigies) a los que adorar, venerar e incluso sacar en procesión como habían hecho sus antepasados. Siglos después (finales del siglo XVI) tras la celebración del Concilio de Trento, los templos cristianos se llenaron definitivamente de estatuas de santos y las celebraciones procesionales se extendieron por buena parte de la cristiandad.
Santa
Águeda en Corral de Almaguer
Talla de Santa Águeda finales del XVI o comienzos del XVII |
Por otro lado, Águeda no era un nombre extraño
en nuestra población, pues ya en 1507 encontramos que así se llamaba la hija
del hidalgo Rodrigo Muñoz, procedente de Castilla la Vieja, además de la mujer
de Diego de Ressa Saldaña, Águeda Martínez (la Montera), cuyos descendientes
pasaron a las Indias en 1592 y muchas otras corraleñas más que los documentos
no recogen. Aunque si de Águedas se trata, la que sin lugar a dudas ocupa un
puesto de honor en estas fiestas, es la mujer del hidalgo Alonso Báñez quien,
según unos viejos documentos fechados en 1611, tras curarse de un grave
dolencia femenina gracias a la intercesión de Santa Águeda, regaló a la nueva
ermita el retablo de San Ildefonso que se encontraba bajando del altar mayor a
la derecha y que estaba rematado en lo alto por un pequeño lienzo de la Santa.
A esta corraleña se le atribuye también la donación de la talla renacentista de
Santa Águeda que hoy preside la antigua capilla de la Virgen de la Muela y que
las mujeres de la localidad sacan en procesión.
Santa
Agueda, las mujeres y Corral de Almaguer
Prácticamente
todos los estudiosos de la etnografía y antropología española, coinciden en
relacionar las fiestas de Santa Águeda con las antiguas “Matronalias” romanas.
El calendario romano se encontraba dirigido por una serie de fiestas religiosas
que se llevaban a cabo para honrar a los distintos dioses de su panteón. Una de
las más famosas, la que se celebraba el día 1 de marzo, primer día del
calendario Juliano, era la de la diosa Juno Lucina (la que trae los niños a la
luz). Durante estas fiestas denominadas “matronalias” las madres y esposas eran
obsequiadas con regalos (golosinas, dulces, flores y joyas) por parte de sus
esposos e hijos, los maridos recitaban oraciones en honor de sus mujeres y los
esclavos disfrutaban de una comida especial además de un día libre. Eran las
fiestas relacionadas con el parto y la lactancia, con la fertilidad de los
campos y las personas, donde los roles de las casas se invertían y las mujeres
tomaban el mando y se burlaban de sus maridos.
Coro de Santa Águeda en el Pais Vasco |
En
otros muchos puntos de la geografía española, como en Zamarramala (Segovia),
son los intercambios de roles masculinos y femeninos los que imperan en los
festejos, ejerciendo el poder las mujeres por un día (alcaldesas de honor)
además de otros rituales de mofa y burla sobre los hombres, como tirarles
harina o serrín y quitarles prendas de vestir como la boina e incluso los
pantalones. No faltan tampoco los lugares en los que las embarazadas prenden
grandes hogueras para solicitar un buen parto y otros en los que se realizan
cuestaciones casa por casa para disfrutar posteriormente de una comida de
hermandad.
"Zangona" en Santa Águeda |
Rosca de Santa Águeda de Corral de Almaguer y tetas de Santa Águeda de la zona aragonesa |
“Santa
Águeda Mágueda/rabo de gato/tú te lo comes/yo no lo cato”
“Santa
Águeda Mágueda/tiene una mona/le estiras del rabo/y le haces que corra”
“Santa
Águeda Mágueda/tiene un perrito/que ni come ni bebe/ y está gordito”
“Santa
Águeda Mágueda/pide la zorra/chorizo magro/para la olla”
Rufino Rojo García-Lajara (enero de 2016)
Es un honor tener en Corral de Almaguer un personaje como tu. Nos relatas hechos que ignorabamos . Existe en esa Villa la figura de "Cronista Oficial"?....
ResponderEliminarMuchas gracias por tus cariñosas palabras amigo/a desconocido. En Corral no existe esa figura, pero con contar con gente como tú interesada por la historia y la cultura me es suficiente. Un abrazo
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