Imagen de San Antón en la ermita de San Sebastián |
Celebramos con cierta frecuencia festividades
y tradiciones que han sobrevivido al paso del tiempo, con la alegría y el entusiasmo
de compartir unos días entrañables junto a la familia, los amigos o los
vecinos. Algo totalmente lógico, comprensible y hasta saludable, pues son este
tipo de conmemoraciones las que contribuyen a reforzar nuestras raíces y
nuestra identidad como miembros de un mismo clan. Sin embargo, absorbidos y
entusiasmados por los ritos y ceremonias que componen estos actos festivos, pocas
veces nos hemos parado a pensar sobre el origen y el porqué de esas mismas solemnidades.
Empeñado en sacar a la luz los
cimientos que sustentan nuestra identidad como corraleños, hoy toca hablar de
una de las celebraciones más antiguas, populares y entrañables de la población, así
como una de las que cuenta con más elementos paganos en su fundamento: La
festividad de San Antón.
Pero para entender los orígenes
de tan singular acontecimiento, debemos remontarnos antes a cientos, quizás
miles de años de la llegada del cristianismo a nuestras tierras y más concretamente
a las culturas Neolítica, Ibérica y Romana, con sus diferentes rituales de
purificación.
Y es que tanto para los primeros
grupos humanos que poblaron los alrededores de nuestra población (neolítico),
como para la cultura celtibérica que se instaló en la sierra y cercano cerro de
la Muela, sin olvidar la poderosa y avanzada civilización romana que dominó a
continuación; el primer mes del año (desde época romana dedicado al Dios Jano, el
Dios de los dos rostros, el que mira al pasado y el que mira al futuro y que
por ello lleva el nombre de January en Inglaterra, Januar en Alemania, Janvier en
Francia y Janeiro o Enero en España), era considerado
tradicionalmente como un mes de purificación.
El dios Jano en un busto de los Museos Vaticanos |
Claro que, todo comienzo de ciclo
conllevaba un proceso de destrucción y otro de renovación que dejase atrás lo malo,
negativo o perjudicial y aportase un plus de esperanza y transformación en el
nuevo período que estaba por venir. Esta era la causa de que se celebrasen y sigan
celebrando hoy en día, una serie de rituales de abandono, destrucción y
limpieza de lo negativo y los malos espíritus, seguidos de una serie de
liturgias de purificación y bendición, en base a dos de los elementos
principales de la naturaleza: El fuego y el agua.
En el caso que nos ocupa, el
fuego purificador –la hoguera- va a convertirse en el protagonista de las celebraciones
de san Antón, pues si bien con la llegada del cristianismo muchos de los ritos
paganos fueron desapareciendo de la vida cotidiana de los hispanos, en muchos
otros –como en el presente caso- se negaron a desaparecer de la memoria
colectiva y acabaron mezclados en feliz sincretismo con las nuevas festividades
y liturgias cristianas.
La Hoguera de San Antón |
San Antón con la "Tau" |
Otra peculiaridad con fuerte
raíces paganas que podemos encontrar en las viejas representaciones del santo,
es la presencia de la letra “Tau” en el báculo que lo acompaña. El símbolo
“Tau” fue utilizado por los egipcios como emblema de vida, salud y fecundidad,
además de por los Persas en los ritos del Dios Mitra, por los Arios procedentes
de la India y por los hebreos en la marca que hicieron con sangre en las
puertas de las casas para evitar las plagas de Egipto. En el cristianismo, a
raíz de la utilización por San Antonio de este signo, acabó como emblema de la
misteriosa y desaparecida orden monacal de los Antonianos u hospitalarios,
dedicados en la antigüedad a asistir a los peregrinos infectados con
enfermedades contagiosas: lepra, peste, sarna, etc..
El gorrino de San Antón descansando plácidamente (La Alberca) |
Un cerdo que en sus orígenes compraba el municipio y que una vez marcado y con una campanilla al cuello, andaba libre por la población para ser alimentado por los vecinos con todo tipo de sobras y despojos alimentarios. Tras su larga fase de engorde a lo largo del año, acababa finalmente engrosando la despensa del hospital de la villa para alimento de los pobres. Con el tiempo, sería la hermandad de San Antón la encargada de comprar, soltar y finalmente rifar el famoso gorrino, para pagar con ello los gastos de la festividad.
En Corral de Almaguer y después
de que el poderoso gremio de ganaderos contribuyera a costear la reforma de la
ermita de San Sebastián llevada a cabo a finales del Siglo XVIII, la imagen y fiesta de San Antón acabó
por eclipsar al santo patrón del arrabal y titular de la ermita: San
Sebastián, que hoy aparece como mero actor secundario en las celebraciones.
Y para terminar, nada mejor que recoger uno de esos dichos populares o refranes, que nos hablan precisamente de ese aumento de luz que justificó en nuestros antepasado la celebración de estas fiestas de purificación del mes de Enero. “Para San Antón un pie de lechón y para San Sebastián una hora cabal”
La ermita de San Sebastián en los años 80, con el arco de tintes neoclásicos que presidía el cercado |
Y para terminar, nada mejor que recoger uno de esos dichos populares o refranes, que nos hablan precisamente de ese aumento de luz que justificó en nuestros antepasado la celebración de estas fiestas de purificación del mes de Enero. “Para San Antón un pie de lechón y para San Sebastián una hora cabal”
Rufino
Rojo (Enero de 2016)
Nota: Todos estos procesos de purificación a base del fuego, se repetirán de nuevo con la llegada del otro solsticio del año: el solsticio de verano, que los cristianos conocemos como "la noche de San Juan"
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