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Arboledas del Riánsares hace 100 años (comienzos del Siglo XX). En un primer plano el Vadillo de los Frailes (actual calle alcacer y puente de Feliciano) al fondo el arrabal de San Sebastián |
Introducción
Dentro de las continuas sorpresas
y descubrimientos a los que nos tiene acostumbrados la historia de Corral de Almaguer y con los que nos sigue obsequiando, vamos a conocer hoy una
serie de artefactos que en su momento supusieron una fuente de innovación y
progreso para la población y que, a lo largo de la edad media y hasta el Siglo
XVIII, permitieron que Corral de Almaguer fuera una localidad puntera en lo que
respecta a la incipiente tecnología descubierta por el ser humano. Se trataba
de utilizar las energías producidas por los elementos de la naturaleza,
fundamentalmente las aguas, el viento y el fuego, y trasladarlas o transferirlas
a una serie de artefactos o máquinas creadas por el hombre, capaces de producir
a su vez una sucesión de movimientos útiles para la obtención y transformación
de productos de la naturaleza. Es lo que con el paso del tiempo se conocería
como “industria”.
Funcionamiento de los molinos de Agua
La principal y más antigua industria agraria de transformación a lo
largo de la historia de Corral de Almaguer fue sin lugar a dudas la harinera.
Hemos de tener en cuenta que la mayor parte de las tierras cultivables del
término se dedicaban a la producción de cereales por la trascendencia que
tenían para la alimentación humana, de ahí la gran cantidad de molinos
harineros que se asentaron en el cauce del Riánsares a lo largo de los siglos y
sobre todo en el Cigüela, que contaba con mayor caudal y no solía secarse
durante los meses de verano.
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Partes de un molino hidráulico de Rodezno |
Todos los molinos hidráulicos del
término de Corral de Almaguer, con la excepción quizás del molino batanero del
judío, obedecían al tipo denominado de “rodezno”, es decir de rueda
horizontal. Una rueda de madera dotada con palas helicoidales, que rotaba tras
incidir sobre ella un fuerte chorro de agua. Chorro de agua que procedía de la
desviación de parte del caudal del río (ayudado por una pequeña represa o “azud”)
hacia un canal, “caz” o “madre”, que conducía
las aguas hasta un pozo o balsa situado en la entrada del molino. Desde allí y
regulado mediante una compuerta con forma de embudo, conocida como “saetín”,
el agua tomaba velocidad y caía a chorro sobre el rodezno situado más abajo,
imprimiéndole un movimiento de rotación capaz de mover una gran piedra de moler
situada en el piso superior, denominada “volandera”, que descansaba a su vez
sobre otra piedra fija conocida como “solera”. Sobre la piedra volandera
existía un recipiente de madera con forma tronco-piramidal invertida,
denominado “tolva”, en el que el molinero echaba el grano a moler para que
fuera cayendo poco a poco sobre el “ojal” o agujero que poseía la
piedra superior. La harina resultante de la trituración del grano mediante el
roce de las dos piedras, era expulsada por los laterales como consecuencia del
movimiento rotatorio y recogida en otro recipiente de madera, “el
harnero”,
desde donde era medida e introducida en unos sacos especiales denominados “costales”
previa criba para eliminar las impurezas.
Por su trabajo, el molinero
cobraba “la maquila” consistente en una parte del total de la harina
molida (normalmente un celemín por cada fanega)
Tras pasar por el rodezno y mover
la rueda, el agua regresaba de nuevo al cauce principal del río, mediante otro
canal conocido como “socaz”
Molinos de agua y “aceñas” del término de Corral de Almaguer
Corral de Almaguer, por
encontrarse atravesada por el río Riánsares, contó desde sus orígenes con una
serie de ingenios o artificios de tradición musulmana, capaces de aprovechar el
flujo continuo de las aguas para mover las pesadas piedras de los molinos. Y
aunque ya desde época romana se encontraba muy extendido el uso de molinos de
aceite y norias de tracción animal que facilitaban la extracción de las aguas
para los regadíos de las huertas, la construcción de estas primeras máquinas hidráulicas
dotadas con engranajes y elementos mecánicos, supuso una auténtica revolución
para la rudimentaria economía de la época, pues obtenía una enorme producción
con una mínima intervención humana.
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Ruinas del molino de Pedro Tejero en los años 80 |
En nuestra zona, estos artilugios
mecánicos ya se venían utilizando desde la alta edad media (época musulmana) y
por lo tanto muchos siglos antes de la fundación del actual Corral de Almaguer.
Así lo certifican los escasos documentos conocidos sobre la vieja villa de
Almaguer (situada en el cerro de la muela), recogidos en uno de los Códices más
antiguos y valiosos del archivo de Uclés: el llamado “Tumbo menor de Castilla” (Siglo
XIII). En dicho códice podemos encontrar algunos de los trueques, ventas de
tierras, ventas de molinos y compra de horas de molienda, establecidos entre la
Orden de Santiago –nueva señora del territorio por donación del rey Alfonso
VIII- y algunos de los antiguos y legítimos propietarios de las tierras de
Almaguer tras la conquista de Toledo y su comarca por el rey Alfonso VI.
Año 1223
Carta de venta de Domingo Muñoz,
su esposa doña María y su cuñado García, por la que vendieron al Comendador de
Uclés, don Pedro González, 37 quiñones de tierra situados en Almaguer, además de dos horas de molienda y
dos tierras en Magaceda (futuro Villamayor de Santiago).
Ego Domingo Munnoz e mi mugier
dona María e mi cunnado García, vendemos a la Orden en Almaguer, de Domingo
Munnoz XXIIII quinnones e de García XIII. De dona María en magazera, II horas en el molino man et noch, e II
tierras, el una en el angosto e otra en el exido.
Año 1224
Carta de permuta entre el
Comendador de Uclés con toda la Orden y Juan Pascual de Tarancón, por la que la
Orden se quedaba con 60 quiñones de tierra en Almaguer, a cambio de la cuarta
parte de lo que poseía en Cabezamesada, desde el pozo mediano hacía arriba, con
un tercio del molino del Riansares y sus correspondientes horas de molienda,
exceptuando las casas que son de los frailes.
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Pergamino del año 1224 que recoge una permuta de tierras en Almaguer entre la Orden de Santiago y Juan Pascual de Tarancón |
Assi sea demostrado a los ommes
que son agora como a los que son por venir, quomo yo, don Pedro Gonçalvez,
comendador de Uclés, a una con todo el convento de Uclés, femos camio con
Iohanes Pascal de Tarancón. Danos él LX quinones que avie en Almaguer d’eredat,
e dámosle nos el quarto que a nos pertenesce en la Cabeça Messada, del Pozo
Mediano arriba e el Pozo Mediano con ello, e el tercio del molino, del quarto
de los freires e foras, ietadas las casas ca son de los freires.
Fuera de estas antiguas cartas de
venta y permuta, las primeras noticias directas sobre los molinos del Riánsares
nos las proporcionan los Libros de Visitas de la Orden de Santiago. Por ellos
sabemos que ya a finales del Siglo XV (pero muy probablemente desde varios
siglos atrás) existían en el término de Corral de Almaguer al menos cinco
molinos harineros y uno batanero. Tres de ellos, los más antiguos, estaban
ubicados en las inmediaciones de la vieja población de Almaguer en el cerro de
la Muela, lo que nos da idea de la época en que debieron ser construidos. El
más antiguo de todos, el molino de Pedro Tejero, es
probable que incluso funcionara ya en tiempo de los romanos, pues se encontraba
adosado a una rica villa de campo romana y, aunque fue reconstruido y
remodelado posteriormente durante la alta edad media por el tal Pedro Tejero, es
curioso que sea el único del que se conservan todavía algunos restos. En lo que
respecta a los otros dos, el de Pedro Hernando y el de Mingo
Gil, es difícil localizar su ubicación exacta, pues no existen datos ni
restos que nos lo indiquen, pero debemos situarlos igualmente en las cercanías
de la vieja villa de Almaguer (cerro de la muela) en la zona en la que el río
Riánsares se encajonaba (el congosto) y adquiría mayor velocidad. Debían estar
por lo tanto en las inmediaciones del actual puente de palo. Y puesto que los
tres se encontraban emplazados en las tierras que la Orden de Santiago poseía
en la localidad, pagaban a esta institución los llamados “quartos de los molinos”,
consistentes en una determinada cantidad de fanegas de harina según la cantidad
de piedras del molino y el año.
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Mecanismo de un molino batanero |
El cuarto molino, el
batanero, a diferencia de los anteriores utilizaba la energía de las
aguas para mover unos grandes mazos de madera que golpeaban una y otra vez los
paños de lana tejidos en la población, con el objeto de proporcionarles la
elasticidad requerida para poder ser transformados y comercializados como
ropas, vestidos, mantas etc.. Era conocido como el batán del judío por
haber sido erigido por Isaque Abenaça, miembro poderoso de
la comunidad judía de la localidad, dedicada en parte a la confección de paños.
Tras la expulsión de los judíos y después de apelar a los propios Reyes
Católicos, el molino y otros bienes fueron recuperados por su hijo Francisco
Martínez (judío converso), que siguió con el negocio hasta que las
envidias, mentiras y el clima antijudío dominante en la época, lo arrojaron tras
las sospechas de la inquisición. Este molino batanero se encontraba situado en
las cercanías de la actual población, junto al camino de Villacañas (actual
carretera de la ermita).
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Mapa de 1881 en el que aún aparece recogido el carril del judío que conducía al molino batanero. |
En 1537, el poderoso contador real de Carlos I y posteriormente
de Felipe II, don Francisco de Almaguer, descendiente también de judíos
(aunque ya por aquella época borrados de la memoria) solicitó
licencia para reedificarlo: un molino en el Congosto, que se dize El
Sytio del Judío, el qual diz que quedó perdido desde el tienpo que se echaron
los judíos destos Reynos, syn que nadie lo aya rehedeficado ny tenga derecho a
ello. Hasta no hace muchas décadas existía aún en la zona un camino
denominado el carril del judío, que comunicaba la población con el mencionado molino.
Con el aumento de habitantes y la
mejora de la economía que siguió a la etapa de los Reyes Católicos, se
roturaron nuevas tierras y se obtuvieron mayores y mejores cosechas de cereales
que necesitaban ser molidas, tanto para producción de harinas para pan, como
para el salvado utilizado en la alimentación de las personas más pobres y los
animales. Circunstancia que aprovecharon algunos vecinos acaudalados de la
villa para construir nuevos molinos. Nacieron de esta manera, al otro lado de
la población, en dirección a Cabezamesada, otros dos molinos harineros
conocidos entre los vecinos como el molinillo (más tarde conocido
como el molino de Santa María) y el molino de la Guerrera (más tarde
conocido como molino de Nogales), de los que también tenemos referencias en
1494, aunque de forma indirecta: Los quartos de los molinos del Riansares que
son: Pero Tejero e Pero Fernández e Mingo Gil, e todos los otros que hicieren
abaxo, el año que muelen valen obra de doçe fanegas de trigo. Agora no muelen.
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Rodezno girando por la fuerza del agua que lo impulsa |
Como quiera que se trataba de un
negocio muy rentable, las principales familias de la localidad atisbaron
rápidamente la oportunidad de enriquecerse, comprando o construyendo nuevos
molinos en los principales cursos de agua de la comarca. Y puesto que el
Riánsares carecía de caudal suficiente durante la mitad del año para mover las pesadas
ruedas de los molinos, pusieron sus objetivos en el Cigüela, Záncara e incluso
en el Guadiana. Apellidos como Collados, Almagueres, Ayllones y Ramírez de
Arellano, controlaron buena parte de los molinos del Cigüela, algunos del
Záncara (Collados) y uno del Guadiana en la zona de Ruidera, propiedad del
contador Francisco de Almaguer.
Pero
volvamos a las aguas del Riánsares. Para el año 1511 eran ya siete los molinos
hidráulicos construidos en el término de Corral de Almaguer, cinco de ellos en
tierras de la encomienda, por lo que pagaban los llamados “quartos” al
comendador: Rimarruecas, Tejado, Pedro Hernando, Mingo Gil y Pedro Tejero, y
otros dos situados entre Corral y Cabezamesada que, por no estar asentados en
las tierras de la encomienda, no pagaban los mencionados impuestos al
comendador. Estos eran los molinos de Nogales y el Molinillo
En el año
1555 son ya diez los molinos que aparecen recogidos entre los documentos de la
Orden de Santiago: Tiene más (la encomienda) el derecho de los quartos de los molinos
que dicen de Arrimarruecas e de Tejado e de Pedro Tejero e de Pedro Hernando e
de Mingo Gil e de Pedro Tahonero e del de Cañizares que cada un molino destos
paga a la dicha encomienda tres fanegas de trigo en cada un año. Y hay
que añadir en esta ocasión tres molino más: el de Paulés o Pablés, situado
junto al mojón que departía términos entre la Orden de Santiago, la Orden de
San Juan y el Arzobispado de Toledo (molino perteneciente a la capilla del
comendador Juan de Ayllón), y los molinos ya mencionados de Nogales
y el
Molinillo.
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Mapa del Siglo XVIII en el que aparecen recogidos todos los molinos de agua del término de Corral de Almaguer |
Pasada la
crisis del Siglo XVII que supuso el abandono y hundimiento de algunos molinos,
se contabilizan en el año 1752 (catastro del Marqués de la Ensenada) un total
de 7 molinos: El molino de Vela, propiedad de una familia adinerada de Corral,
regido por Francisco García-Ballesteros como molinero; el molino de Santa María o
Molinillo perteneciente al Marqués de Maenza y regido por Juan Pérez
Narro de la Puebla de Almoradiel; el de Nogales, propiedad de don
Manuel Carbonero y Mudarra de Villarrubia, regido por Alfonso Fernández Grima; el
molino Nuevo o de Collado, construido recientemente por don Rodrigo
Collado y regido por Patricio Fernández Tostado como molinero; El
Quadrado, propiedad de don Manuel Ochoa de Lillo; el molino de Rimarruecas
propiedad del Marqués de Maenza, regido por Juan Fernández Grima y el
molino de Tejado, propiedad de don Nicolás de Monroy de Lillo.
En los 50
años que restan hasta llegar al Siglo XIX, dos molinos más se añaden en el
cauce del Riánsares, el molino de Pingazorras propiedad del vínculo de
don Tomas Collado Peralta de Lillo (no confundir con otro molino del mismo
nombre en el Cigüela) y el de Enmedio
Decadencia y hundimiento de los molinos del Riansares
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Ruinas del molino de Pedro Tejero en la actualidad |
La llegada
del Siglo XIX no trajo buenas noticias para los molinos harineros de la
localidad. En el año 1800, los integrantes del Ayuntamiento solicitaron a don
Ángel López-Higueras, administrador de la encomienda de Corral de Almaguer y
hombre cultivado y de ideas ilustradas, que propusiera al comendador don
Antonio Pascual de Borbón (hermano del rey Carlos IV), una actuación que la más
mínima decencia y sensatez venían pidiendo a gritos desde hacía décadas y que,
por chocar contra los intereses económicos de algunas familias poderosas
de la villa, ningún gobernante municipal se había atrevido a plantear.
Conscientes
de que los terratenientes de la villa, por muy condes o marqueses que fueran, jamás
se opondrían a las decisiones de un Infante de España, expusieron a don Antonio
Pascual el gravísimo problema que suponía para la salud de los vecinos, la
existencia de aguas remansadas en las inmediaciones del municipio y más
concretamente en la llamada laguna de la Serna y en las numerosas represas,
balsas y acequias o madres de los molinos cercanos a la población. Esos lugares
se convertían durante los meses de verano en auténticos criaderos de mosquitos
que invadían por millares las calles y viviendas de la localidad, propagando
las temibles fiebres palúdicas (malaria) que hacían de Corral de Almaguer una
de las poblaciones más insanas y con más mortalidad de la comarca.
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Ruinas del molino de Tejado, cercano al límite con los términos de Lillo, Villacañas y Villa de don Fadrique |
Compadecido,
el Infante solicitó un informe a la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando, que a su vez ordenó sendos estudios a los arquitectos Guillermo
Casanova y José Antonio Cuervo. Dicho informe, del que no se conserva ningún
plano, se vio en diciembre de aquel mismo año, pero sería finalmente el
arquitecto don Silvestre Pérez, autor entre otros muchos trabajos del
Ayuntamiento de la ciudad de San Sebastián, quien llevara a cabo esta
importante obra civil entre los años 1804 y 1817, por concurrir entremedias el
cambio de titularidad de la encomienda, la guerra de Independencia y el exilio
del arquitecto. El proyecto de monda y limpieza del Riánsares, excavó el actual
cauce del río a su paso por la población, eliminando meandros, presas y acequias
que derivaban el agua hacia los molinos, además de la laguna que se
formaba en las inmediaciones de la zona conocida como la Serna. Incluía también
el proyecto la plantación a lo largo del cauce de dos hileras de árboles a cada
lado del río (álamos negros), para que depuraran los miasmas y malos olores y
embellecieran el abandonado paisaje de Corral de Almaguer, con el compromiso,
eso sí, de que cada vecino plantaría al menos tres árboles (igualito que ahora).
A cambio, el pueblo se comprometía a donar al Infante los derechos de corta de
la mencionada arboleda durante un período de 100 años.
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Muela del último molino harinero de Corral de Almaguer |
El
resultado de esta importante obra civil, aparte de la mejora en la salud de los
habitantes de Corral de Almaguer, lo recoge el manuscrito de don Gorgonio
García Ibáñez en el año 1864. Sobre el río Riansares había en lo antiguo
nueve molinos harineros en el término de la villa. A saber: el de Vela propio
del señorío de este apellido; Nogales, propio del vínculo del señor Carbonero;
Santa María del Molinillo, Rimarruecas y Pedro Tejero, todos tres
pertenecientes al mayorazgo del señor Marqués de Maenza, el Nuevo, propio de
don Juan Manuel Collado Ruiz de Alarcón; el cuadrado, correspondiente a una
capellanía de un vecino de Lillo; Pingazorras, de la dotación de un vínculo de
don Tomás Collado Peralta y el Tejado, propio de los señores de Monroy. Todos
estos molinos están arruinados, excepto el Nuevo y el Tejado que actualmente
funcionan, debiéndose la ruina de aquellos al nuevo encauzamiento del Riansares
que mandó hacer el Serenísimo Señor Infante don Francisco, en los años de mil
ochocientos tres y diecisiete, en razón de las tercianas malignas que diezmaban
a los vecinos por la estación de las aguas. Habiendo mandado también su Alteza
Real poner dos filas de árboles sobre las márgenes del nuevo cauce, para que
absorbieran los malos miasmas y purificaran el aire atmosférico.
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Restos de la pequeña represa o "Azud" que desviaba las aguas del Riánsares hacia el "caz" o madre del molino de Collado. al fondo la compuerta de entrada hacia dicho canal |
En el año
1958 el alcalde don Crisanto Ortega mantuvo un pleito contra una empresa
maderera de Valencia, que alegaba poseer los derechos de corta sobre las
arboledas de Corral de Almaguer. Habiendo demostrado don Crisanto que
la concesión al Infante era por cien años y ya habían transcurrido más de
ciento cincuenta desde entonces, las arboledas quedaron finalmente como
propiedad municipal. Aunque por poco tiempo, pues nada más marcharse del pueblo
don Crisanto (por sentirse amenazado por algunos terratenientes de la localidad
-según sus palabras-) el siguiente alcalde echó por tierra todo el trabajo de
don Crisanto y vendió las arboledas del río, permitiéndolas cortar (que no
entresacar) quedando desde entonces Corral de Almaguer con el lamentable aspecto
paisajístico -cada vez más desértico-que presenta en la actualidad.
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Arboledas del Riánsares a comienzos del Siglo XX (antes de la tala) |
Curiosidades y anécdotas
Los muchachos de las generaciones anteriores a los 80, aprendimos a nadar (bueno nadar…. a estilo perro decíamos entonces) en las tres pozas que quedaron como recuerdo de aquellos viejos molinos situados entre el pueblo y Cabezamesada. Esas pozas, de mayor profundidad que el resto del cauce, eran conocidas entre los vecinos como “el baño Cristales”, “el baño Lajara” y “el Barranquillo”, este último -de menor profundidad que los anteriores y donde nos bañábamos los más pequeños- se correspondía con la poza que dejó el molinillo y las otras dos, más profundas, con las que dejaron los molinos de Vela y Nogales.
Eran tiempos (hace 50 años) en los que el río no estaba todavía contaminado por vertidos y abonos, y las aguas fluían bastante claras. Allí nos refrescábamos los muchachos “en pelota picada” a salvo del asfixiante calor del verano y de las miradas de nuestros padres, que normalmente nos lo tenían terminantemente prohibido. Bueno a salvo de todas las miradas no, pues me consta personalmente que desde la última planta del colegio de los frailes, unos ojos armados con prismáticos nos vigilaban (confío en que sin intenciones libidinosas) y de vez en cuando chivaban nuestra presencia en el río a nuestros padres, cosechando como consecuencia de ello una buena reprimenda. Así lo puede atestiguar este que suscribe.
Rufino Rojo García-Lajara (Enero de 2022)
(Todos los derechos reservados)
BIBLIOGRAFÍA
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. Tumbo
menor de Castilla. Códices. Signatura 1046 B.
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL Sección
Órdenes Militares. Orden de Santiago. Libros de Visitas. Libro 1064C, año 1494;
libro 1067C, año 1498; libro 1068C, año 1500; libro 1070C, año 1507; libro
1071C, año 1511; libro 1076C, año 1515; libro 1079C, año 1524….
ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE
TOLEDO. Catastro del Marqués de la Ensenada. Contestaciones de Corral de Almaguer.
H-219 a H-225
GARCÍA IBÁÑEZ, Gorgonio. Manuscrito
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MADOZ, Pascual. Diccionario
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a 1850
REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE
SAN FERNANDO. COMISIÓN DE ARQUITECTURA 23 DE DICIEMBRE DEL AÑO 1800
SAMBRICIO Carlos. Silvestre
Pérez, Arquitecto de la Ilustración. Comisión de Cultura del Colegio de Arquitectos de San Sebastián. Talleres Itxaropena, Zarauz, 1975.
VELA SANTAMARÍA, Francisco
Javier. Agua e industria en la segunda mitad del siglo XVI: los molinos
harineros de la Meseta Sur. INVESTIGACIONES HISTÓRICAS Nº 29 pp. 11-40 año
2009. Universidad de Valladolid.
Me encanta la historia de nuestro pueblo, la leo más de una vez y me gozo de sus orígenes. Gracias por la publicación y el interés en que llegue a todos.
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