miércoles, 23 de septiembre de 2020

LA CRUZ PROCESIONAL DE CORRAL DE ALMAGUER. (Una obra de extraordinario interés en la transición de los siglos XVI y XVII)


INTRODUCCIÓN


La iglesia de Corral de Almaguer atesoró a lo largo de su historia, una importante colección de orfebrería religiosa, objetos litúrgicos y vasos sagrados de plata y plata sobredorada con baño de oro, que la convirtieron en la más impresionante de todo el Priorato de Uclés, por encima incluso de Ocaña, considerada por aquel entonces la capital de la comarca, por ser el lugar de residencia de los Maestres de la Orden de Santiago.

Pero para hacernos una idea de la trascendencia de ese importante tesoro religioso, debemos trasladarnos antes al último tercio del Siglo XV (época de los Reyes Católicos), que es cuando comenzamos a tener noticias de los pueblos de la región.


Y es que el Siglo XV resultó especialmente conflictivo para el reino de Castilla. La presencia de monarcas débiles (Juan II y Enrique IV) que dejaron en sus validos el gobierno de la nación, unido a la insaciable ambición y continuos enfrentamientos de los diferentes clanes de la nobleza, sumieron al principal reino de la Península Ibérica (Castilla) en una continua sucesión de guerras fratricidas, que culminarían con la llamada Guerra de Sucesión Castellana (1475-1479) entre los partidarios de Isabel la Católica y los de su sobrina Juana la Beltraneja.

Las consecuencias de esas incesantes guerras nobiliarias, que implicaban de forma directa o indirecta a los habitantes de los pueblos, se tradujeron en el hundimiento de la economía de los municipios y en la extensión de la pobreza y la miseria entre sus habitantes.

En el año 1478, el panorama de las localidades manchegas incluidas en el territorio de la Orden de Santiago era especialmente desolador. Tras el paso de la Guerra Civil de Sucesión, Montealegre estaba totalmente despoblada y sólo conservaba en pie la casa de la encomienda, aunque en mal estado. La aldea de Gúzquez, cercana a Villanueva de Alcardete, pero dependiente del comendador de Villamayor, estaba despoblada y tenía la casa de la encomienda caída por el suelo. La aldea de Mirabel (que daría lugar a Miguel Esteban), “era logar despoblado”. Pedro Muñoz era un lugar deshabitado dependiente del Toboso y lo seguía siendo en 1495. En 1511 se afirmaba al hablar de su iglesia: “que fue parrochia en otro tiempo -siendo logar poblado- e agora está caída”. Manjavacas, dependiente de la Mota, estaba también despoblada. Belmontejo, cerca del Horcajo, estaba deshabitado en 1498, aunque todavía permanecía en pie su iglesia “la qual es una iglesia alta e de buenos edificios”. Villaverde, cerca de Villamayor, sólo tenía 9 vecinos en 1495 y la casa de la encomienda “está toda caída salvo una sala que tienen las paredes enhiestas”. En el año 1500 Palomarejos, cerca de la Puebla de Almoradiel: “es un caserío en el qual viven quatro o cinco vecinos… está en ella una iglesia derribada”. En 1511 vivía en Pozorrubio un vecino, Pedro de León, que había construido unas buenas casas.

Corral de Almaguer no sólo no se libró de las consecuencias de las guerras nobiliarias, sino que como segunda localidad en habitantes del Priorato de Uclés, se vio envuelta directa e indirectamente en las diferentes contiendas, perdiendo primero su castillo en tiempos de Juan II y posteriormente las murallas de la villa en la guerra de sucesión castellana. Algunos edificios, como la ermita de la Virgen de la Muela, fueron totalmente arrasados en los enfrentamientos, mientras otros, como las antiguas casas de la Encomienda, tuvieron que ser restaurados en profundidad.

EL TESORO PARROQUIAL

Curiosamente y a pesar de tanta destrucción y miseria, la iglesia parroquial de Corral de Almaguer seguía atesorando por esas mismas fechas la mayor colección de orfebrería religiosa de toda la comarca. Mientras en algunos pueblos de alrededor se contentaban con un cáliz y no siempre de plata, el inventario de la iglesia parroquial de Corral de Almaguer en el año 1494 era francamente espectacular, tanto por la cantidad como por la calidad de sus objetos litúrgicos.

Pero veamos cómo nos lo describen los escritos de la época (año 1494):

“..Una cruz de plata grande, labrada la mançana de maçonería, la qual está en poder del comendador Collado por cierta plata que puso en el pie a la dicha cruz..”. Se trataba de una cruz gótica grande -como las que existen en las catedrales- adornada con imágenes, esmaltes y filigranas de plata, a la que el comendador Juan Collado había decidido regalar el pie de manzana o “macolla” donde se incrustaba la cruz para sacarla en procesión. Esa macolla -por cierto- había sido cincelada por un platero de Llerena (Badajoz).

  La primitiva custodia procesional de Corral
de Almaguer, debió tener un aspecto muy
 semejante a esta otra de Cuevas de Cañar
(Teruel), a tenor de los escritos
de la Orden de Santiago.


“..Una custodia grande de plata sobredorada que pesa ocho marcos poco más o menos, la qual dicen que tiene empeñada el mayordomo que fue de la dicha iglesia, que se llama Antón Sánchez Loçano..”. En este caso los escritos nos hablan de la custodia de la parroquia que se sacaba en procesión el día del Corpus (El Corpus era la principal fiesta de la localidad en aquellos tiempos, pues la moda de los patronos y patronas de los pueblos no calaría hasta después del Concilio de Trento). El detalle de que estuviera empeñada no debe producirnos extrañeza, ya que en esa época no era raro que los mayordomos de las iglesias empeñaran los objetos y vasos litúrgicos de plata, para obtener dinero líquido con el que pagar –como ocurría en este caso- a los canteros que estaban reformando las naves del templo. Una vez que la iglesia cobraba el diezmo, las sepulturas, limosnas y otros impuestos a los que tenía derecho, volvía a recuperar la custodia.

“En la visitación que hizo el obispo de Berito (Beirut-Líbano) por comisión del Prior Don Juan de Velasco, paresce que había cinco cáliçes con sus patenas, e agora no se hallan más de quatro

“El uno es dorado con su patena que tiene las armas del Infante”. Era el cáliz más espectacular de la parroquia, pues estaba realizado en plata sobredorada con baño de oro, adornado con el escudo del Infante Enrique  de Aragón y varias Cruces de Santiago esmaltadas en el pie.

“Otro cáliçe está en Ocaña a adobar”. Lo de adobar significaba reparar. Es decir que se encontraba en Ocaña para su arreglo, dado que desde la expulsión de los judíos dos años atrás, Corral de Almaguer se había quedado sin plateros.

“Otros dos cáliçes blancos tiene empeñados el dicho Antón Sánchez, mayordomo”. Nos habla de dos cálices de plata en su color, empeñados por el mayordomo –como hemos comentado anteriormente- para obtener dinero líquido con el que pagar las obras de la iglesia. Si esos cálices desaparecían o no eran recuperados posteriormente, el mayordomo estaba obligado a reponerlos de su bolsillo o se le embargaban de sus bienes.

“Otro cáliçe dicen que se dio a fray Simón Fernández por los órganos, con su patena”. En este caso sabemos que, con el permiso del Prior, al organero que hizo los primeros órganos de la parroquia (Fray Simón Fernández) se le pagó su trabajo -entre otros bienes- con un cáliz de plata con su patena.

“E otro cáliçe con que dicen misa los cofrades de Santa María (Magdalena) con su patena e la copa dorada”. Este cáliz, de plata sobredorada, es decir con baño de oro, era propiedad de la cofradía más antigua de la población, la cofradía gremial de la Magdalena, que ya contaba con retablo propio en la primitiva iglesia (muy probablemente denominada de Santa María Magdalena), donde oían misa sus componentes.

“Otro cáliçe pequeñito para comulgar de obra de tres onzas de plata”. Este era el utilizado a diario

“Un incensario de plata que pesa dos marcos con sus cadenas”. Los incensarios de plata eran una rareza en los pueblos (donde lo normal era que fueran de hierro o peltre), por lo que su presencia por esta época en una parroquia, era signo de riqueza.

“E unas ampollas de plata de obra, de seis onzas”. En este caso nos están hablando de recipientes de plata labrados para contener el óleo utilizado en ciertos rituales y el “olio informorum” con el que se ungía a los enfermos y moribundos durante la extremaunción.

A lo largo del Siglo XVI, el tesoro de la parroquia no pararía de crecer y renovarse, de forma paralela al crecimiento y desarrollo de la población. Para que nos hagamos una idea, en el año 1600 la iglesia de Corral de Almaguer poseía nada menos que tres cruces procesionales -al estilo de las grandes catedrales- y sus objetos litúrgicos de plata y ornamentos sagrados, bordados en relieve con hilos de oro y plata, eran francamente espectaculares.

MAESTROS PLATEROS

En lo que se refiere a los artífices de estas obras de arte y a pesar de la escasa documentación al respecto, sabemos por algunos escritos de la Orden de Santiago que uno de los cálices de Corral de Almaguer era obra de Francisco Becerril, el gran orfebre de la Catedral de Cuenca y uno de los más afamados plateros españoles del Siglo XVI. Que la macolla de la gran cruz procesional de la parroquia –donación del Comendador Collado- la había realizado un platero de Llerena (Badajoz). Conocemos también que Juan Ramírez, platero de Ocaña afincado en Toledo, autor de las mazas del Ayuntamiento de aquella ciudad y de varios trabajos para la Catedral, fue el artífice de una segunda cruz procesional para la parroquia de Corral de Almaguer, por la que cobró 17.000 maravedíes en el año 1515 (sin la manzana o macolla). Sabemos que en 1524, otro platero denominado Jerónimo de Guadalupe, cobró 600 maravedíes por la hechura de un cáliz para una de las capellanías de la iglesia y que en el año 1600 se pagaron 500 reales al platero Gregorio de Baroja (uno de los más afamados artífices de Toledo), por hacer un nuevo cáliz para la ermita de la Virgen de la Muela, (que pesaba 4 marcos y una onza y media) con la plata procedente de una corona y un cáliz viejos.

Pero como dice el Eclesiastés -por poner un ejemplo acorde con el tema que nos ocupa- “todo tiene su tiempo y cuanto existe bajo el sol tiene su hora”. Y el fin del espectacular tesoro de la iglesia parroquial  de Corral de Almaguer llegó tras la invasión francesa y el robo y la rapiña de los soldados galos durante la Guerra de la Independencia (1808-18012). Para colmo de males, algunos de los pocos cálices que se habían salvado, propiedad de las ermitas y Monasterios en su gran mayoría, fueron posteriormente vendidos durante la desamortización de Mendizábal.

Pero no todo se perdió. A pesar de la destrucción de las guerras, las confiscaciones, incautaciones, roturas y deterioros, la iglesia parroquial de Corral de Almaguer conserva aún en perfecto estado, una de aquellas espectaculares cruces procesionales del siglo XVI que formaban parte del tesoro parroquial. Los avatares del destino, quisieron que sobreviviera también a la destrucción de la última Guerra Civil, gracias a los mismos republicanos amantes del arte y la cultura que salvaron los cuadros del Museo del Prado. Conocedores de la riqueza artística que albergaba la población, incautaron todos los cuadros y obras de arte que encontraron a su paso, tanto en la iglesia, como en el Monasterio de Clausura y en las casas principales de la localidad. Junto a los cuadros, se llevaron también dos bibliotecas de familias principales, además de varios muebles valiosos y la cruz procesional de la parroquia de Corral de Almaguer.


La Cruz procesional de Corral de Almaguer (112 x 59 cms) según fotografía
del Conde de Cedillo fechada entre 1905-1910.

Los mencionados objetos fueron depositados en la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid, donde permanecieron ocultos todo el tiempo que duró la Guerra Civil. Acabada la contienda, todos los cuadros y objetos fueron devueltos a sus dueños, y cuando tocó el turno de recoger la cruz procesional, fue avisado el párroco don Prudencio, titular por aquel entonces de la parroquia, para que se presentara en Madrid. Contaba Dolores Plácido –que me informó personalmente de estos detalles- que cuando llegaron a San Francisco el Grande se encontraron con un montón de cruces procesionales de parecidas características, salvadas también de la incultura popular. El problema surgió cuando, al ir a recogerla, comprobaron que la macolla o manzana donde se incrustaba la cruz para sacarla en procesión, se había desprendido al ser una pieza independiente y lo mismo le había ocurrido a otro montón de cruces procesionales allí depositadas. Ese contratiempo hizo que no fueron capaces de identificar la macolla concreta que pertenecía a la cruz de Corral de Almaguer y se volvieran al pueblo sin ella. Y aunque los encargados quedaron en que les avisarían cuando los demás hubieran recogido sus respectivas cruces y quedase una sobrante, la realidad es que jamás lo hicieron y la manzana o macolla de Corral de Almaguer debió acabar en la cruz de otra población o vendida a los anticuarios (no debemos olvidar que eran años de penurias económicas y estas piezas de plata valían una fortuna). En resumidas cuentas: que la Cruz Procesional de Corral de Almaguer regresó a su lugar de origen, pero sin la parte que permitía sacarla en procesión el día del Corpus y que se encontraba además bellísimamente decorada con figuras y relieves renacentistas.

El bueno de don Prudencio ignoraba que existía una fotografía anterior a la Guerra Civil que le hubiera ayudado a encontrar la perdida manzana de la cruz procesional. Gracias a esa fotografía realizada por don Jerónimo López de Ayala (Conde de Cedillo) entre 1905 y 1910 para su Catálogo Monumental de la Provincia de Toledo, hoy podemos conocer el aspecto completo de la cruz procesional de Corral de Almaguer.

 

LA CRUZ PROCESIONAL DE CORRAL DE ALMAGUER

Algunos Datos Históricos

Se trata de una bellísima cruz procesional, construida en el último cuarto del Siglo XVI, con el estilo manierista propio de finales de siglo, pero también con algunos tímidos detalles geométricos que anuncian ya la pureza de líneas y formas del XVII.

En el Libro de Visitas de la Orden de Santiago fechado en el año 1603, se contiene la siguiente descripción: «Una cruz de plata grande dorada labrada a lo romano, el pie de manzana ochavado en relieve con figuras de Nuestra Señora e Apóstoles e con unos esmaltes encima de los tabernáculos azules. E la cruz ansimismo labrada a lo romano con muchas imágenes y esmaltada de azules y verdes, que pesa toda con pie, sin la madera, quarenta e siete marcos, e cinco onzas con su madera. La qual se hizo en lugar de otra que había en el tiempo de la visita pasada, labrada de maçonería que pesaba treinta e dos marcos e siete onzas».

Además de aportarnos datos sobre la frecuencia de renovación de las cruces procesionales, ya fuera por caídas y roturas durante los desfiles religiosos, ya por considerarlas pasadas de moda (En la parroquia de Corral de Almaguer hay constancia de estos dos extremos), el presente documento nos informa supuestamente sobre la fecha de su construcción: «La qual se hizo en lugar de otra que había en el tiempo de la visita pasada». El problema es que la última visita conocida data del año 1562 y es bastante probable que desde esa fecha hasta el final de Siglo hubiera alguna más. Es por ello que, como mayor aproximación, nos atrevemos a datar la cruz en el último cuarto del Siglo XVI.

Detalle del Cuadrón Central. con la Jerusalén Celestial grabada en el
fondo y el Cristo crucificado en primer término
.

El siguiente documento que nos añade algunos detalles sobre la cruz procesional, procede del año 1798 y se trata de una descripción de la Encomienda de Corral de Almaguer encargada por el Infante Antonio Pascual de Borbón, hermano de Carlos IV y titular de la encomienda. En el apartado de la plata de la Iglesia, se recoge: «Una cruz grande de plata sobredorada que pesa 171 onzas, en la que hay grabados algunos pasos de la vida de Nuestra Señora y cuatro efigies de San Pedro, San Juan, San Pablo y Santiago. Y la cruz, con su armazón de madera y tornillos, pesa 248 onzas. Tiene grabados los principales misterios de la Pasión y, en un óvalo grande, la ciudad de Jerusalén con un crucifijo en medio de cuerpo entero». Como podemos apreciar, en este caso comienza describiendo la macolla de la cruz y continúa con la cruz propiamente dicha.

Datos técnicos, estructurales y ornamentales

Se trata de una cruz de plata sobredorada, excepto el cuadrón central por la cara anterior que  aparece en el color de la plata original, así como los pares de óvalos o cabujones historiados que adornan cada brazo y pie de la cruz, en otro tiempo cubiertos de esmaltes verdes y azules, y en la actualidad adornados con picados de lustre.

La presente cruz, fabricada con gruesas planchas de plata fundida, cincelada y grabada, sobre alma de madera, presenta forma de cruz latina, con una medida aproximada de 70 x 59 centímetros y se ajusta en su morfología al diseño recogido por Juan de Arfe Villafañe en su libro “De Varia commensuración para la esculptura y architectura (1580-1585)“. Es decir: brazos planos de contornos rectos o ligeramente ondulados (mixtilíneos), con un ensanche hacia la mitad y extremos abultados con forma romboidal resaltada por perillones.

Comparativa entre la Cruz procesional de Corral de Almaguer a la izquierda
y la de Juan de Arfe Villafañe a la derecha. 

Desde el punto de vista de la ornamentación, la cruz se encuentra profusamente adornada, con la decoración manierista propia de finales del Siglo XVI y las primeras formas geométricas del XVII. Es por ello que, sobre un fondo de cartelas, cueros recortados y espejos, se intercalan en cada brazo dos cabujones con inscripciones latinas y dos placas cuadrangulares (rectangular la del centro y cuadrada la del final) con escenas grabadas de la Pasión de Cristo. El contorno perimetral de cada brazo, se encuentra resaltado por las terminaciones de las cartelas y por “ces” engarzadas con remates en forma de flama, en cuya concavidad se alojan sendos espejos. Las terminaciones romboidales de cada brazo, aparecen resaltadas a su vez, por espejos y cabezas de querubines alados, de los que surgen los perillones que las coronan.

El cuadrón central es redondo, con una greca que recorre todo su perímetro y con la Jerusalén celestial burilada como fondo en su parte delantera, mientras en la trasera aparece un robusto relieve sobredorado de san Juan Bautista en la edad adulta, señalando con el dedo al cordero místico. El cuadrón se encuentra a su vez resaltado en su exterior, por cuatro alargados pináculos que surgen entre los cuatro brazos de la cruz

El conjunto está presidido por una bellísima figura de Cristo muerto, de bulto redondo y de suaves líneas anatómicas. Se trata de un crucificado de tres clavos con formas apolíneas y la cabeza inclinada hacia abajo y a la derecha. No lleva corona de espinas y el breve paño de pureza anudado hacia el lado derecho, deja entrever en todo su esplendor las formas anatómicas del desnudo masculino.

La desaparecida manzana o macolla de la Cruz Procesional de Corral de Almaguer
era un excelente ejemplo de orfebrería renacentista de finales
del Siglo XVI

En lo que se refiere a la manzana o macolla y a pesar de haberse extraviado durante la guerra civil, conocemos por la fotografía del Conde de Cedillo y las descripciones de varias épocas, que estaba formada por un cañón apilastrado de forma cuadrangular, que se ensanchaba en su parte superior a modo de bocel y que sustentaba la manzana propiamente dicha. Esta manzana o macolla, estaba formada por dos cuerpos. El cuerpo inferior más grande y con forma de templete octogonal, albergaba en cada uno de sus lados hornacinas con relieves de la vida de la Virgen, alternados con figuras de apóstoles (San Pedro, San Juan, San Pablo y Santiago) separadas por columnillas abalaustradas. El cuerpo superior, más pequeño y a modo de linterna del templete inferior, presentaba forma cuadrada, y se encontraba decorado con relieves y esmaltes azules.

ICONOGRAFÍA

Si por algo destaca la cruz de Corral de Almaguer, además de por su factura y bellas proporciones, es por su riqueza iconográfica. Tanto el árbol como los brazos de la cruz, se encuentran decorados con abundantes relieves sobre la Pasión de Cristo (8 por cada lado), intercalados con el mismo número de frases bíblicas en latín, procedentes del antiguo y nuevo testamento.


ANVERSO DE LA CRUZ


Anverso de la Cruz Parroquial de Corral de Almaguer
(Museo Parroquial)


Brazo superior o Cúspide de la Cruz

Comenzando por el anverso y en su parte superior o cúspide, encontramos una placa cuadrada con el clásico relieve del Pelícano alimentando con su sangre a sus polluelos, símbolo claro del sacrificio de Cristo para redimir a los hombres y clara metáfora de la Eucaristía.

Un poco más abajo descubrimos uno de los cabujones ovalados picados de lustre, con una frase bíblica grabada en su superficie. En este caso “VICIT LEO DE TRIBU” que nos viene a recordar el apocalipsis en su capítulo 5 versículo 5, que dice textualmente: (He aquí el león de la tribu de Judá).

Relieves del Pelícano y Cristo Resucitado, en la cúspide de la
Cruz Procesional de Corral de Almaguer

Descendiendo nos encontramos con una nueva placa de forma más o menos rectangular, en la que aparece el relieve de la Resurrección de Cristo triunfante, con los soldados que custodiaban la tumba estupefactos y caídos a sus pies.

Finaliza esta parte del árbol de la cruz, con otro cabujón ovalado que contiene la frase latina más repetida en esta cruz: “LAVIT NOS A PECATIS”, que se correspondería con el capítulo 1 versículo 5 del Apocalipsis de San Juan, que dice textualmente: Lavit nos a pecatis nostris in sanguine suo y se traduciría como (Nos libró de nuestros pecados con su sangre)

Brazo Derecho

En el extremo de este brazo, nos encontramos con un bello relieve cuadrado que representa El Prendimiento y beso de Judas, símbolo de la traición de los hombres. Se trata del momento justo en el que Judas, con la bolsa del dinero en la mano, besa a Jesús. La escena es muy dinámica y alberga muchos personajes, en su mayoría soldados romanos.

Si continuamos en dirección al cuadrón central, descubriremos un nuevo cabujón con la frase bíblica anteriormente mencionada, “LAVIT NOS A PECATIS” que se repite igualmente en el otro óvalo que alberga el brazo derecho.

La Oración en el Huerto y el Prendimiento y beso de Judas, adornan el brazo derecho
 de la Cruz Procesional de Corral de Almaguer

A continuación nos encontramos una nueva placa en relieve con la Oración en el huerto de los olivos y con la representación de Cristo orando en el momento en que un ángel le presenta el cáliz y los apóstoles duermen ajenos a lo que estaba por acontecer.

El otro óvalo o cabujón que aparece a la izquierda de la placa anteriormente mencionada, recoge como ya comentamos, la frase más repetida de la cruz: “LAVIT NOS A PECATIS” lava nuestros pecados o límpianos de nuestros pecados

Brazo Izquierdo

Al final del brazo izquierdo, encontramos una bella placa cuadrada con el relieve del Lavatorio de los pies, en el momento en que Pedro le reprocha a Jesús que sea él el que los lave. En la escena aparecen también la Magdalena y varios apóstoles de fondo.

Siguiendo con la simetría de los brazos de la cruz, a continuación aparece un cabujón ovalado con la frase “ECCE FILIUS TUUS” que recoge el momento en que Jesús se dirige a su madre y le dice: mujer ahí tienes a tu hijo (Juan 19, 26-27).

El Lavatorio de los pies y el Ecce Homo en los relieves del brazo izquierdo de
la cruz procesional de Corral de Almaguer

Entre el anterior cabujón y el siguiente, encontramos una placa rectangular con el relieve del Ecce Hommo. Cristo aparece sentado con la caña en las manos a modo de cetro, ante la burla de los soldados romanos de su alrededor.

El siguiente motivo ornamental, pegado ya al cuadrón central,  es otro cabujón historiado, pero cuya frase latina es difícil de traducir, por encontrarse muy desgastada y tapada en parte por el brazo del crucificado. Con todo y con eso, parece leerse OMNES HOMINES VIDENT EVM” Frase extraída del Libro de (Job 36,25) que viene a significar que Todos los hombres lo pueden ver.

 Pie de la Cruz

En el extremo de esta parte de la cruz, justo en la zona de la que parte el vástago que la unía a la macolla, encontramos una placa cuadrada con un bello relieve de Jesús camino del calvario, en el momento en el que el Cirineo se ofrece para ayudarle a soportar el peso de la cruz. La escena es contemplada por las Santas Mujeres.

En dirección al cuadrón central, lo siguiente es un cabujón ovalado con la frase: “PRINCIPATUSS V.P.H.” una frase grabada en uno de los ángeles del puente de Sant’Angelo de Roma, que recoge un escrito del profeta Isaías capítulo 9 versículo 6 (Principatus super húmerum eius). Su gobierno cae sobre sus hombros.

El relieve de Jesús camino del Calvario con el Cirineo y las Santas Mujeres
 y, más arriba, la Flagelación de Cristo tapada en parte por el crucifijo


Siguiendo con el orden simétrico que ofrecen las distintas partes de la cruz, lo siguiente es una placa rectangular con el relieve de la flagelación de Cristo. En la escena, Cristo aparece amarrado a la columna, mientras los sayones lo azotan con saña.

El siguiente ornamento del pie de la cruz en dirección al cuadrón central, lo constituye otro cabujón con frase bíblica, que en esta ocasión no hemos podido traducir por encontrarse tapada totalmente por el crucificado.

Como el pie del árbol de la cruz es más largo que el resto de los brazos, queda aún un espacio por decorar hasta llegar al cuadrón central, ocupado por una placa rectangular con motivos geométricos y un óvalo o espejo liso que limita ya con el centro de la cruz y que podemos apreciar mejor en el reverso de la cruz.

REVERSO DE LA CRUZ


Reverso o cara posterior de la Cruz procesional de Corral de Almaguer
(Museo Parroquial)


Brazo superior o Cúspide de la cruz

El extremo de la cúspide de la cruz, al igual que el anverso, se encuentra ocupado por una placa en relieve cuadrada que representa en este caso a la Verónica arrodillada,  en el momento en que muestra el paño con el que había limpiado la sangre y el sudor de la cara de Jesucristo.

Descendiendo hacia el centro de la cruz, encontramos un cabujón con la frase: “TRAHE ME POST TE”. Una profunda reflexión del Cantar de los Cantares (Cap.1 Vers.4) que viene a significar “Llévame en pos de tí” y que puso título a un bellísimo motete del gran compositor español del renacimiento Tomás Luis de Victoria, así como del gran compositor italiano de la misma época Giovanni Pierluigi Palestrina.

La Verónica en la parte superior y el Padre Eterno en la inferior,
decoran esta parte de la Cruz procesional.

A continuación encontramos, al igual que en el resto de los brazos de la cruz, otra placa en relieve -en este caso rectangular- que recoge la figura de Dios padre portando el orbe con la mano izquierda, mientras bendice con la derecha.

Termina la decoración de esta parte de la cruz, otro cabujón con fondo de picado de lustre, en el que se contiene la frase: “IND CREDI ET IN AB V” que viene a significar: In Deo credi et in ab uno vero Deo. (Creo en Dios y solo en un Dios verdadero)

Brazo Derecho

Al final del brazo derecho, donde la cruz se ensancha en forma romboidal, encontramos una placa cuadrada con un bellísimo relieve que representa El llanto sobre Cristo muerto. La Virgen, con tocas de luto, sostiene el cuerpo inerte de su hijo en la clásica postura de la Piedad, acompañada por la Magdalena y San Juan a los pies de Jesús y un bote de perfume para embalsamarlo. En posición erguida, José de Arimatea y Nicodemo comentan el escaso tiempo del que disponen para embalsamarlo y enterrarlo.

Como en el resto de los brazos y en dirección al centro de la cruz, lo siguiente es un cabujón con la leyenda “FASCÍCULUS MIRRE”. Una frase extraída del Cantar de los Cantares del rey Salomón, que en su capítulo 1 versículo 13, recoge en su totalidad: mi amado es para mí como un ramillete de mirra que reposa entre mis pechos.

Los relieves del Llanto sobre Cristo Muerto a la derecha y San Juan Evangelista a la izquierda
ornamentan el  brazo derecho de la cara posterior de la Cruz.

El siguiente motivo decorativo de la cruz es, una vez más, una placa de aspecto rectangular con el relieve en este caso del apóstol San Juan Evangelista aún mozo, sentado y con las manos entrecruzadas en actitud orante, mientras en las rodillas descansa un largo rollo de pergamino como símbolo de su faceta de escritor del apocalipsis. Junto a él, la presencia del Águila que lo representa en las diferentes iconografías.

Acaba la decoración del brazo derecho, al igual que ocurre en los otros brazos, con un cabujón picado de lustre que alberga en relieve una frase muy relacionada con San Juan: “ECCE FILIUS TUUS”, pasaje del Nuevo testamento, concretamente del Evangelio de San Juan (Juan 19, 26-27), en el que Cristo en la cruz se dirige a su madre y le dice: “mujer ahí tienes a tu hijo”.

Brazo Izquierdo

En el remate del brazo izquierdo, encontramos una placa cuadrada con el relieve del Entierro de Cristo, en el que José de Arimatea y Nicodemo trasladan el cuerpo de Jesús a la tumba de piedra que se trasluce al fondo de la escena. La Virgen en el centro llora desconsolada con las manos entrecruzadas, mientras San Juan, detrás de la Virgen, intenta confortarla.

El siguiente motivo decorativo es, al igual que en el resto de los brazos, un cabujón picado de lustre, con una frase bíblica, en este caso “LAVIT NOS A PECATIS” grabada en su superficie. Frase que ya comentamos con anterioridad por ser la que más se repite en la cruz y que se traduce como: Lavit nos a pecatis nostris in sanguine suo (Nos libró de nuestros pecados con su sangre).

Los relieves del Entierro de Cristo y la Virgen Dolorosa, decoran el brazo izquierdo de la cara posterior
de la Cruz procesional.

Continuando hacia el centro de la cruz, encontramos una placa de forma rectangular, con el grabado de la Virgen arrodillada y descalza con los brazos cruzados sobre el pecho en actitud de desesperación y cubierta con las tocas de luto. Una iconografía que recuerda a la Virgen de los Dolores.

Finaliza la decoración del brazo con otro cabujón que alberga la misma leyenda que el anterior y que como ya conocemos, recoge la frase: “LAVIT NOS A PECATIS” Lavit nos a pecatis nostris in sanguine suo (Nos libró de nuestros pecados con su sangre).

Pie de la Cruz

En el remate de esta parte de la cruz, justo en el lugar donde se unía a la macolla, aparece una placa cuadrada con un precioso relieve del Descendimiento de la Cruz. Un relieve dotado de mucha plasticidad, en el que los personajes de La Virgen, San Juan, la Magdalena, Nicodemo y José de Arimatea, se esfuerzan en bajar el cuerpo de la cruz.

Le sigue hacia arriba un cabujón con la ya consabida frase repetida en esta cruz de Corral de Almaguer: “LAVIT NOS A PECATIS” Lavit nos a pecatis nostris in sanguine suo (Nos libró de nuestros pecados con su sangre).

Continúa en dirección ascendente con una placa de forma más o menos rectangular, que contiene el relieve de la Magdalena Penitente sentada mirando al cielo y con los brazos abiertos.

El pie de la cruz, en su cara posterior, nos muestra los relieves del
Descendimiento y de la Magdalena penitente. 


Siguiendo la superficie del pie de la cruz en dirección hacia el cuadrón central, nos encontramos con un nuevo cabujón historiado que recoge en este caso la frase: “PATER SI POSIBILE”, extraída del evangelio de (Mateo 26, 39) que en su totalidad recoge: PATER SI POSIBILE EST, TRANSEAT AT ME CALIX ISTE. (Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz).

Al igual que ocurriera en el anverso, al tratarse de una cruz latina, el pie es más largo que el resto de brazos, por lo que queda un espacio extra por decorar en dirección al cuadrón central. Superficie que se encuentra ocupada por una placa rectangular en el color de la plata, con un fondo decorado con motivos geométricos y vegetales. A dicha placa le sucede en dirección ascendente y limitando ya con el crucero, un óvalo o espejo sobredorado con la superficie totalmente lisa.

CONCLUSIONES

La cruz procesional de Corral de Almaguer es un magnífico exponente de la platería renacentista de finales de siglo (de gran mérito la calificó el Conde de Cedillo), en la que conviven las formas y representaciones iconográficas del último tercio del Siglo XVI, junto a las incipientes muestras de decoración geométrica del XVII.

Detalle del Cuadrón central por su cara posterior, con el relieve de
San Juan Bautista adulto señalando con el dedo al Cordero místico


Aunque por el momento no hemos encontrado punzones ni contrastes de platero que nos puedan orientar sobre su autoría, muchos detalles de su composición e iconografía nos hacen encuadrarla en el círculo Toledano-Complutense, con claras influencias de Marcos Hernández, Gaspar de Guzmán, Gabriel de Ceballos e incluso del propio Francisco Merino. Por otro lado, no debemos olvidar que en los escritos arriba mencionados, se habla de que la presente cruz se hizo en lugar de otra anterior que, probablemente, había sufrido alguna rotura o percance. Es por ello que no podemos descartar que se reutilizaran algunas piezas de la cruz precedente (quizás los relieves) y por eso el nuevo platero se negase a firmarla al no ser totalmente de su creación, aunque esto último no deja de ser una suposición. No obstante, no debemos olvidar que a finales de siglo Gregorio de Baroja estaba realizando trabajos para la parroquia de Corral de Almaguer, por lo que no es descabellado pensar en la posible autoría de este afamado platero de la capital Toledana, autor –entre muchas otras obras- de una de las cruces de la Catedral Primada, o las custodias procesionales de Mazarambroz y Herrera del Duque, por poner algunos ejemplos.

La presente cruz, cuya falta de macolla le hace perder esbeltez, ha sufrido con el paso de los siglos el desgaste y maltrato propios de su función procesional, tal y como parecen confirmar algunos golpes y desgastes constatables en los relieves, la presencia de dos antiguos orificios en la sujeción posterior de los brazos de la cruz, además de la pérdida de los esmaltes de los cabujones y la posible reordenación de estos últimos en alguno de los arreglos.

Rufino Rojo García-Lajara (septiembre de 2020)

(todos los derechos reservados)

Agradecimientos

Este trabajo de investigación ha sido posible gracias a las magníficas fotografías de Víctor Sánchez Infantes y a las facilidades de la parroquia de Corral de Almaguer presidida por el párroco Jesús Serrano Ruiz


Anécdota 

(Un Cruzazo en la cara del Cardenal Tarancón)

No puedo dejar pasar la ocasión que me brinda este trabajo de investigación, sin contaros una curiosa y divertida anécdota o batallita -que ya uno peina canas desde hace tiempo- que aconteció allá por el año 1969 creo recordar y que tuvo por protagonista la referida cruz procesional de la parroquia. 

Andaba éste que suscribe por aquel entonces, oficiando de monaguillo en la iglesia bajo la supervisión del párroco don Adolfo Arganda Martínez (de triste recuerdo en Corral de Almaguer por culpa de un gato). Como bien reflejaban los dichos de la época: “si quieres tener un hijo pillo mételo monaguillo”, frase verídica donde las haya, si tenemos en cuenta el inquieto y variopinto grupo de niños que nos reuníamos diariamente en la plaza y luego en la sacristía, con el objetivo común de jugar sin descanso y, si el momento y la ocasión lo permitían (para desesperación de Manolo “Mangolín” el sacristán) hacer alguna que otra trastada en aquel apasionante mundo lleno de rituales, escondrijos secretos, oscuros recovecos y zonas prohibidas, que constituía para un niño el templo parroquial.

Hacía pocos meses que don Vicente Enrique Tarancón había sido nombrado Cardenal Primado de las Españas y por lo tanto titular de la diócesis de Toledo. Dentro de su labor pastoral, la visita de las parroquias de la diócesis era un trámite que no todos los prelados desempeñaban con gusto, pues suponía traslados, prisas y molestias de todo tipo, entre agasajos de autoridades y besos y más besos del anillo. Pero don Vicente era hombre de carácter y no se amilanaba con semejantes minucias. 

Para una localidad manchega olvidada de la mano de Dios, como Corral de Almaguer, la visita de un cardenal suponía todo un acontecimiento y una movilización generalizada de personas, autoridades y cosas, con la intención de agradar al ilustre visitante y que no pensara que Corral de Almaguer había dejado de ser ese orgulloso y altivo pueblo de alta cuna y baja cama -como decía la canción- católico, apostólico y romano, que sobresalía por su beatería entre las localidades de alrededor.

Como la iglesia era, sin lugar a dudas, uno de los lugares que más iba a frecuentar el cardenal, se tocó zafarrancho de combate y por arte de birlibirloque aparecieron gentes por todos lados que pusieron patas arriba la parroquia y la dejaron como los chorros del oro. Recuerdo, como si lo estuviera viendo, la bajada de las numerosas lámparas de araña que alumbraban el interior de la nave principal, (especialmente la pesada lámpara del crucero) compuestas por cientos de prismas y lágrimas de vidrio que colgaban de sus estructuras y que había que limpiar minuciosamente para que brillasen en todo su esplendor.

Y puesto que la ocasión lo requería, se había extendido también la alfombra roja de las grandes solemnidades y a los monaguillos nos habían traído la sotanas y los roquetes buenos, que sólo se utilizaban el día de la función y que lavaban y planchaban con esmero las llamadas por los sacristanes "monjas de la pata suelta". Todo debía estar preparado y en perfecto orden, por lo que monaguillos y sacerdotes habíamos estado ensayando los distintos movimientos y pasos a seguir durante la recepción y posterior misa de acción de gracias, que oficiaría el cardenal tras su llegada a Corral de Almaguer. El acontecimiento era tan importante, que este que suscribe fue encargado por el cura para ir a recoger la Cruz Procesional de la parroquia, escondida celosamente en el convento de las monjas encerradas, con el objeto de ponérselo difícil a los posibles ladrones.

Y llegó el día. Las gentes del pueblo se amontonaban en la plaza mayor para ver al Cardenal, pero dejando un pasillo entre la casa del cura -que es donde aparcaría el coche de Su Eminencia- y la puerta principal de la iglesia que permanecía abierta de para en par. Mi misión en todo este asunto, situarme detrás de un reclinatorio de terciopelo rojo dispuesto a la entrada de la iglesia y acercar la pesada Cruz procesional a la cara del Cardenal, para que éste la besase al entrar en el templo, en lo que los sacerdotes conocían como "dar a besar el lignum crucis", por más que la cruz de Corral de Almaguer no contuviese ningún trozo de la cruz de Cristo. 

Pero pasaban las 12 de la mañana y allí no aparecía nadie. Los nervios no tardaron en hacerse evidentes entre sacerdotes y autoridades, y la intranquilidad de los vecinos apostados en la plaza, fue haciéndose cada vez más patente. El reloj de la iglesia tocó la campana de los cuartos y los componentes de la recepción se miraban sorprendidos y resignados, no faltando el agorero que pronosticaba ya una posible avería o incluso un accidente del mercedes de Su Ilustrísima.

De pronto, los murmullos de la gente aumentaron de volumen, a la vez que -efectivamente- un mercedes negro y cromado hacía aparición al otro lado de la plaza. Sin esperar a que le abrieran la puerta, el Cardenal Tarancón descendió del coche, dispuesto a recuperar el tiempo perdido. Sin detenerse demasiado en saludos y besuqueos de anillo por parte de las autoridades, el prelado se dirigió a toda pastilla hacia la iglesia, obviando vivas e intentos de saludos por parte de los vecinos. Los "aceleros" del Cardenal eran más que evidentes, como evidentes eran también los nervios de los sacerdotes que lo esperaban a mi alrededor. Cuando por fin entró en la iglesia derecho hacia el reclinatorio, don Adolfo, que estaba detrás mío nervioso como un flan, me dio un fatal empujoncito en la espalda, para advertirme de que estuviera atento a la hora de ejercer mi función protocolaria. El problema es que ese inesperado empujoncito, no solo hizo que ejecutase mi función diligentemente, sino que la ejecutase además con todas mis ansias. Es decir: que en el mismo momento en que el cardenal se arrodillaba en el reclinatorio ayudado por la inercia que traía y sin posibilidades ya de frenada, yo extendía la cruz hacia su cara con todas mis energías, deseoso de cumplir mi cometido con eficacia. Como resultado: el cardenal Tarancón estampó su cara y sus gafas contra la cruz procesional que yo seguía sujetando con fuerza, ante las miradas de estupor de los sacerdotes.

Consciente de que le podía haber roto la nariz al mismísimo Cardenal Primado de las Españas, (algo que los enemigos de la reconciliación desearían años después) en vez de seguir solemnemente hasta el altar como estaba previsto, lo que hice fue tomar un atajo por un de las naves como alma que lleva el diablo y dirigirme a la sacristía. Una vez allí, dejé la cruz encima de la cajonera de nogal y, en vez de volver a ocupar mi puesto en la misa como estaba estipulado, lo que hice fue desvestirme y salir pitando hacia mi casa de las concepciones, para esconderme en un viejo pajar a la espera de que la Guardia Civil acudiera en mi captura (Algo que mi mente de niño peliculero tenía claro que sucedería en cualquier momento). Sin embargo, el tiempo pasaba y allí no acudía nadie, y lo que es peor, mi cuerpo flojeaba por culpa del hambre y el olor a comida. Vamos, que finalmente decidí presentarme en casa como si nada hubiera ocurrido, si bien con la mosca detrás de la oreja y sin poder relajarme hasta bien entrada la noche. Todavía tuvieron que pasar siete días más hasta que decidiese volver a la iglesia y comprobase que nadie se acordaba del suceso. 


BIBLIOGRAFÍA

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