Imagen de la Virgen de la Muela |
Antes de nada, unos ligeros apuntes sobre los orígenes de las religiones
Está demostrado que desde sus orígenes más remotos, los seres humanos sintieron la necesidad de buscarse dioses o entes superiores a los que adjudicar la enorme fuerza de los fenómenos naturales que les rodeaban y para los que no encontraban explicación. Los rayos, las tormentas, el frio, la lluvia, el calor abrasador, los terremotos y otras fuerzas de la naturaleza, no sólo suponían una amenaza directa contra sus vidas, sino que con frecuencia terminaban provocándoles terribles enfermedades, cuando no la muerte.
Tremendamente vulnerables ante el enorme poder de la naturaleza e increíblemente indefensos a la hora de afrontar los avatares del destino, los primeros grupos humanos miraron al cielo como lugar de procedencia de esas mismas amenazas y ubicaron allí la morada de los dioses. En sintonía con esa concepción simplista de lo divino, pero aplicando una relación causa efecto sobre lo que les rodeaba, las primitivas comunidades designaron al Sol como dios supremo, y a la luna, los rayos, el trueno y otros fenómenos atmosféricos, como figuras menores de su primitivo panteón. Y como aquello resultaba tremendamente confuso y difícil de entender para la mayoría de los individuos, aparecieron determinados miembros de la tribu (Chamanes, videntes, magos) -precursores de los sacerdotes- que se erigieron en intermediarios entre los dioses y los hombres, utilizando una serie de rituales, liturgias y sacrificios, destinados a aplacar la ira de los dioses y los miedos de los individuos. Este es, a grandes rasgos y de manera muy resumida, el origen de la mayoría de las religiones.
Tremendamente vulnerables ante el enorme poder de la naturaleza e increíblemente indefensos a la hora de afrontar los avatares del destino, los primeros grupos humanos miraron al cielo como lugar de procedencia de esas mismas amenazas y ubicaron allí la morada de los dioses. En sintonía con esa concepción simplista de lo divino, pero aplicando una relación causa efecto sobre lo que les rodeaba, las primitivas comunidades designaron al Sol como dios supremo, y a la luna, los rayos, el trueno y otros fenómenos atmosféricos, como figuras menores de su primitivo panteón. Y como aquello resultaba tremendamente confuso y difícil de entender para la mayoría de los individuos, aparecieron determinados miembros de la tribu (Chamanes, videntes, magos) -precursores de los sacerdotes- que se erigieron en intermediarios entre los dioses y los hombres, utilizando una serie de rituales, liturgias y sacrificios, destinados a aplacar la ira de los dioses y los miedos de los individuos. Este es, a grandes rasgos y de manera muy resumida, el origen de la mayoría de las religiones.
Los primeros humanos miraron al cielo en busca de Dioses. |
No tardaron los gobernantes en
darse cuenta de la enorme influencia que ese miedo a lo desconocido ejercía
entre los integrantes de la comunidad, atisbando la posibilidad de utilizarlo
en su favor para controlar la tribu, a base de designar lo que era agradable a
Dios y lo que por el contrario ofendía su voluntad. Aparecieron de esa manera
los conceptos de “Sagrado” “Tabú” y “Pecado”
y las primeras normas morales de convivencia o “mandamientos”, tendentes a facilitar la armonía del grupo como
tribu o etnia y hacer que la comunidad prosperase.
Con el paso de los tiempo y la
evolución de los individuos, las religiones y los dioses fueron derivando hacia
trasfondos más abstractos y espirituales (si bien de manera lenta y no siempre
en paralelo con el avance de la ciencia) dejando en su camino oscuros
nubarrones de fanatismos y enfrentamientos, además de una fuerte alianza con los
poderes terrenales de cada momento, hasta desembocar en las tres grandes
religiones de hoy en día (Cristianismo, Islamismo y Budismo) amén de muchas
otras de carácter más politeísta, sectario o tribal.
Los Santos Patronos como muestra de religiosidad popular en España
Procesión del Rocío. ¿Exceso o fervor? |
Estudio
histórico-artístico sobre la imagen de la Virgen de la Muela
La talla de
Nuestra Señora de la Muela es la escultura más antigua de madera conservada en
Corral de Almaguer.
Antigüedad y
descripción de la Imagen
Talla muy semejante a la primitiva Virgen de la Muela |
Aunque todos hemos oído hablar en
alguna ocasión de la entrañable leyenda que trata sobre la aparición de la
Virgen (la misma que se repite en la mayoría de pueblos españoles) y que nos
cuenta que fue escondida para evitar su destrucción por los moros y luego
encontrada milagrosamente por un pastor bajo una muela o rueda de molino, la
realidad es que esta imagen fue tallada entre finales del siglo XIII y
comienzos del XIV, cuando los musulmanes hacía ya bastante más de un siglo que
habían desaparecido definitivamente de estas tierras. Se trata pues de una
talla de transición entre el estilo románico y el gótico, realizada en madera
policromada y con una medida aproximada de unos 80 centímetros. Presenta, o
quizás deberíamos decir presentaba -pues fue terriblemente mutilada en 1792-,
la típica disposición sedente de la época como Virgen Trono. Es decir: sentada
con majestuosidad y con el niño en su regazo. Vestía una túnica roja recogida a
la altura del talle por un ceñidor, complementada por un manto azul que
descendía formando pliegues desde los hombros hasta casi cubrir por completo
las piernas. La mano izquierda sujetaba al niño Jesús, mientras la derecha, en
actitud oferente, portaba una manzana o una flor en señal de su victoria sobre
el pecado. El niño por su parte, en consonancia con el estilo de transición de
la talla, se encontraba sentado sobre la pierna izquierda de la Virgen con la
mano derecha en actitud de bendecir, mientras en la izquierda portaba un libro
en representación de los evangelios.
El nombre de la
Virgen de la Muela y procedencia de la talla
Estudiando los antiguos escritos
conservados sobre la ermita, no es difícil llegar a la conclusión de que el
curioso nombre de Virgen de la Muela deriva únicamente de su localización
geográfica. Desde época romana y prácticamente hasta nuestros días, a los
cerros que presentaban la cumbre aplanada se les conocía vulgarmente como
“muelas”, entre otras cosas por su semejanza con las grandes piedras de molino.
Es por esta causa que al cerro en el que estuvo asentada la primitiva villa de
Almaguer se le denominaba Muela y así aparece recogido en los escritos más antiguos
de la localidad. Al trasladarse los vecinos al nuevo pueblo de Corral de
Almaguer, la vieja iglesia del cerro pasó a convertirse en ermita y a ser
conocida como ermita de la Muela, es decir: la que se encontraba en el cerro.
Así lo expresa un códice del año 1224: “....por la Muela que era iglesia
y ahora ermita del Corral de Almaguer...”. Con el paso del
tiempo, la religiosidad popular comenzó a denominar a la Virgen que se
encontraba en esa ermita, como Ntra. Sra. de la Muela, para diferenciarla de las
otras dos imágenes antiguas de la localidad: Nuestra Señora del Campo, en la
ermita del cerro de Altovela y Nuestra Señora de los Sábados en la iglesia
parroquial.
Poco sabemos, en cambio, de la
procedencia de la talla. Pues aun reconociendo que lo habitual era que este
tipo de esculturas fueran adquiridas por las propias cofradías o donadas por
vecinos o caballeros adinerados tras superar alguna enfermedad o batalla,
existe también una antigua leyenda (recogida en un novenario de 1788) que
refiere que la Virgen de la Muela procedería del reparto de imágenes llevado a
cabo tras el despoblamiento de la antigua aldea de Montealegre. Sea cual fuere
su procedencia, la realidad es que la primera mención directa a la Virgen de la
Muela la encontramos en tiempo de los Reyes Católicos y más concretamente en
los escritos de la Orden de Santiago del año 1494 (dos años después del
descubrimiento de América, de la conquista de Granada y de la expulsión de los
Judíos). En dichos documentos se recoge: “ En término de la dicha
villa hay otra hermita de Santa María de la Muela, la qual tiene ciertas
tierras e posesiones que son las siguientes: Tres pedaços de tierras en la vega
del hondón que alindan la una con el comendador Collado, la otra con Juan de
Ayllón, e la otra llega al cerro de la vega linde con el Chanciller. Hacen
todas quatro fanegas, e no tiene otra renta ninguna salvo el baçín. Es
mayordomo della Pero López Carvonero e paresce que el dicho Prior le tomó
quenta a trece días de octubre de noventa e quatro años, e fue alcançado el
dicho Pero López por cinco mil e ciento e veinte e quatro maravedíes y medio”. (Véase el siguiente enlace)
La Virgen de la
Muela como patrona de la localidad (Siglo XVI)
A pesar de ser una talla creada
para ser exhibida sin ningún tipo de ornamento, sabemos por los escritos de la
Orden de Santiago que ya desde el siglo XV se la solía vestir con la
indumentaria de la época. Se trataba de ricos vestidos de tafetán, seda o
terciopelo, legados por las señoras acaudaladas de la población y que por aquellos años podían valer tanto como una casa. Y como resulta que
pocas décadas después (siglo XVI) Corral de Almaguer vivió su mayor época de
esplendor, esta circunstancia se vió reflejada en las lujosas telas que dejaban en testamento
las ricas damas a las diferentes imágenes del municipio, encontrándose entre
ellas costosos tejidos de importación procedentes de Londres, Flandes o París.
Retablo renacentista de la Virgen de la Muela de mediados del siglo XVI |
El siglo XVII
Aunque el Siglo XVII es época de
decadencia y pobreza para el municipio, el culto a la Virgen de la Muela no
deja de crecer en pompa y esplendor, levantándosele una nueva ermita de enormes
proporciones junto a la antigua y trasladando la imagen a su interior. Como
consecuencia de dicho traslado, la vieja capilla de la Virgen de la Muela pasó
a funcionar como sacristía de la nueva ermita, tomando posteriormente el nombre
de capilla de Santa Águeda al colocarse en ella una imagen de esta Santa.
Aspecto del Santuario de Ntra. Sra. de la Muela en el siglo XVII tras la construcción de la nueva ermita. |
Abundando en esa misma fama de milagrosa, para finales del siglo XVII (1681) el inquisidor Francisco Esteban del Vado, tras superar unas tercianas malignas, fundó una capellanía en la ermita para mayor culto de Nuestra Señora de la Muela, dotándola por fin con muchas y buenas fincas rústicas.
El siglo
XVIII (La mutilación de la imagen)
El siglo XVIII dejó también su
impronta en el conjunto de edificios de la ermita y además con los excesos
decorativos propios del barroco. En sintonía con esas nuevas modas artísticas,
se cubrió el artesonado de la capilla de Santa Águeda con una bóveda de
escayola, se le construyó un camarín a la virgen detrás del altar, se decoraron
sus paredes con profusión de pinturas al fresco y finalmente se instaló un
retablo nuevo con expositor.
El problema es que las nuevas
modas no sólo afectaron a los edificios de la ermita, sino a la propia talla de
la Virgen de la Muela, que resultó
horriblemente mutilada para intentar darle un mayor realismo y ataviarla
con la fastuosidad y riqueza que aportaban las coronas, pelucas, pendientes y
otros añadidos que hacían furor en la imaginería de la época. Como consecuencia
de aquella irreverente y desafortunada decisión tomada por el cura y el
mayordomo de la cofradía (y no por los moros como tradicionalmente se ha dicho) a
la primitiva imagen de la Virgen de la Muela se le cortó la cabeza para
sustituirla por otra más moderna con orificios en las orejas y un tornillo para
sujetar la corona y la peluca, al igual que los brazos y manos que fueron
sustituidos por otros articulados para vestirlos con comodidad y sujetar al
niño (que también fue mutilado), sin olvidar el resto del cuerpo que fue seccionado
y remodelado sin piedad, para darle cierta forma de maniquí y poder adaptarle
el candelero o bastidor de tablas de madera que, a modo de miriñaque, daba
forma y volumen a los vestidos.
Imagen de transición muy similar a la Virgen de la Muela y fotomontaje con el aspecto de la talla tras su brutal mutilación |
A la izquierda la talla mutilada con el candelero de madera que dará forma a los vestidos y a la derecha la misma talla con la nueva cabeza, brazos articulados y manos. (Fotomontaje) |
Y como se trataba de que la nueva
imagen apareciera de pie y con mayor tamaño que la anterior y la talla remodelada seguía
resultando demasiado pequeña y desproporcionada, tuvo que añadírsele un pequeño
tronco de madera en la base, para que adquiriera una altura más armoniosa
y acorde con el conjunto. En esa misma tónica, le fue añadida también una estructura de madera en la espalda formada por palos redondeados (las antiguas cañas o cañones) que, abriéndose en abanico, permitían la correcta distribución de los mantos por la parte trasera.
El encargado último de cortar la
talla y esculpirle las manos y nueva cara con ojos de cristal, fue el pintor y
dorador madrileño Josef Fernández, según consta en el escrito de su puño y
letra encontrado en el interior de la propia imagen y fechado en 1792. Poco se
sabe de este artesano madrileño, pues parece ser que no tuvo mucha
trascendencia en su tiempo. Únicamente conocemos que vivió en la calle Postigo
de San Martín nº 19 de Madrid y que se anunciaba en los medios de la época como pintor, dorador
y tallista de imágenes.
Siglo XX
Tras permanecer escondida entre
escombros durante la guerra civil y perder uno de sus ojos durante los
traslados, permaneció de esta manera casi cincuenta años, hasta que por fin fue
restaurada en 1987 por el taller de Don Antonio Mesquida de Madrid, recuperando
el ojo de cristal y el viejo documento encontrado en su interior que, junto con
otro nuevo que recogía los detalles de la restauración, fueron nuevamente
introducidos en la imagen para que por siempre quedase constancia.
Fotografía más antigua conservada de la Virgen de la Muela (Siglo XIX) |
Rufino Rojo
García-Lajara (Junio de 2016)
No conocía los detalles que hicieron de la imagen sedente gótica la imagen majestuosa barroca que conocemos. Gracias.
ResponderEliminarCuando visitas a la Virgen de la muela ,te sumerges en un misterio de amor muy grande.
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