El más ilustre vecino de Corral de Almaguer es un Inmigrante
Cristo de la Agonía, patrón de Corral de Almaguer
Que la estupidez humana no tiene
límites, es algo que casi nadie discute, pues es raro el día que no somos
testigos de alguno de sus numerosos ejemplos. Que el ser humano cae y vuelve a
caer una y otra vez en la misma piedra y repite hasta la saciedad los mismos
errores, es un hecho tan contrastado a lo largo de la historia, que nos hace
dudar en ocasiones de la capacidad de razonamiento del ser humano y de si en
verdad es superior a los animales.
Pero tranquilos que no estoy aquí
para hablarles de política, que en último extremos son ustedes los que deciden
en las urnas, sino para hablarles de inmigración y lo que es peor, de racismo. Concretamente de la
creciente oleada de intolerancia, fanatismo e intransigencia que se va
extendiendo por las distintas capas de nuestra población.
Y es que está más que demostrado,
que es en los momentos de crisis y entre las personas más ignorantes e
ingenuas, donde calan más profundamente las consignas de exclusión. Esas
consignas, con frecuencia falsas o manipuladas, que son difundidas sin control
por las redes sociales y las televisiones, con el objeto de crear ese clima de
odio al diferente que va impregnando poco a poco nuestra sociedad. Como un
fantasma recuperado de la época más negra de la historia de Europa, la sombra
del racismo vuelve a aparecer cada cierto tiempo, para arraigar con fuerza en
las mentes más débiles. En aquellas que vierten las culpas de sus miedos,
inseguridades y carencias en los que son diferentes y por lo tanto en los
inmigrantes.
Es fácil caer en la ignorancia y
hacerse eco de todos esos malintencionados tópicos que corren de boca en boca,
para culpar a los inmigrantes de todos los males de nuestra sociedad (que si
vienen a quitarnos nuestros puestos de trabajo, que si son todos delincuentes, que
si ellos gozan de más ayudas que nosotros, que si a este paso nos van a invadir
y estupideces por el estilo). Cualquier cosa, con tal de justificar nuestra
propia incapacidad y descargar en ellos todas nuestras frustraciones e
incompetencias.
La realidad, sin embargo, es
tozuda y tira por tierra semejante argumentación, pues es gracias a los
inmigrantes que Corral de Almaguer puede mantener hoy en día las labores del
campo, el pequeño comercio y en buena medida la vida digna de nuestros
ancianos. ¿Cuántas veces no hemos visto y oído que la misma persona que carga
con soberbia y desprecio en bares y corrillos contra los inmigrantes -esa misma
que se arrodilla en misa los domingos para que lo vean bien sus vecinos- es la
que luego tiene un “moro” contratado por bajo salario que, mira tú por dónde, es
un tío muy honrado que le trabaja el campo como una auténtica fiera, o le quita
la “mierda” a su anciana madre?
Verdaderamente la hipocresía de
nuestra sociedad no tiene parangón y ha llegado a límites intolerables. Es
necesario por lo tanto contener esta plaga de odio y estupidez, comenzando por
aclararle a los corraleños y allegados de mente fanática, cerrada, excluyente,
xenófoba o racista, que mira tú por dónde el más ilustre vecino de Corral
de Almaguer es un inmigrante.
Sí queridos paisanos, el patrón
de Corral de Almaguer, el auténtico Cristo de la Agonía, ese mismo que desfila
durante la Semana Santa en la procesión de los morados, procede de Guatemala.
Es, como diríamos en la actualidad con carácter peyorativo, un “panchito”
enviado desde Sudamérica por el corraleño Alonso Gasco de Herrera en 1569, para
presidir la capilla del hospital. Esa misma capilla que desde entonces pasó a
denominarse ermita del Cristo y que ocupó durante siglos los terrenos en los
que hoy se asienta el mercado municipal.
Ya pueden por lo tanto comenzar a
rasgarse las vestiduras aquellos cristianos y no cristianos de mente estrecha
que recelan de lo diferente. Aquellos que no suelen recordar que Cristo tuvo
que emigrar a Egipto para evitar que lo mataran, al igual que hacen hoy en día miles
de refugiados sirios. Aquellos que aún no se han dado cuenta de que el patrón
de Corral de Almaguer es un Cristo de piel morena, cuerpo achaparrado y
facciones indias o semíticas, que refleja en su profunda mirada de agonía, el
insoportable sufrimiento que rodea a nuestra civilización.
Un Cristo doblemente maltratado
que, como fiel caricatura de nuestra decadente sociedad, no sólo conoció la
emigración, sino también el posterior desahucio de su propia ermita. Un Cristo
que, al no presentar la exuberante anatomía de las actuales esculturas, va
siendo sustituido poco a poco de los actos oficiales (como denuncia Antonio
Mancheño Santiago) por otro más reciente y de cuerpo atlético, que aunque no es el auténtico Cristo de la Agonía,
refleja como ninguno la obsesión por la perfección que empapa todos los ámbitos
de nuestra enferma sociedad.
Si esto no es un claro reflejo de
nuestro tiempo, que venga Dios y lo vea.
Rufino Rojo
García-Lajara (Abril de 2017)
Nota. El primitivo Cristo de la
Agonía, de cuya imagen adjuntamos fotografía recogida del blog “Somos de
Almaguer en América”, fue la escultura más valiosa de la población en lo que a
calidad artística se refiere. Tras ser destruida durante la contienda civil, el
taller de Rabasa esculpió la actual imagen ateniéndose a sus orígenes étnicos y
a la realidad anatómica de un hombre normal. Una realidad anatómica que pocos
escultores suelen reflejar en sus trabajos, pero que es capaz de concentra en
su mirada la brutal realidad de tantos Cristos anónimos que agonizan día a día ante
nuestros ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario