martes, 27 de septiembre de 2022

ARTEFACTOS Y CONSTRUCCIONES INDUSTRIALES EN LA HISTORIA DE CORRAL DE ALMAGUER (II): LOS MOLINOS DE VIENTO

INTRODUCCIÓN

Así se verían los dos molinos de viento situados en los
"Altos de la Encarnación" cerca del actual cementerio

Como hemos podido comprobar en el artículo anterior, Corral de Almaguer llegó a contar en sus mejores tiempos con diez molinos de agua repartidos a lo largo del cauce del Riánsares en su trayecto por el amplio término municipal. Una circunstancia excepcional que supuso un fuerte empuje para la economía y progreso de la población y la convirtió en exportadora de grano y harinas para otros puntos de España (Castilla la Vieja).

Pocos conocen, sin embargo, que Corral de Almaguer contó también desde finales del siglo XVI y hasta comienzos del Siglo XX, con tres molinos de viento situados en zonas estratégicamente elevadas de las afueras de la localidad, que intentaban compensar en parte la parada obligatoria de las ruedas de los molinos de agua durante los meses de verano por la falta de caudal. Molinos de viento que otorgaban a la silueta de Corral de Almaguer (“skyline” se dice ahora) esa imagen icónica de pueblo manchego asociado al Quijote acuñada por el romanticismo del Siglo XIX y que, de haber perdurado hasta nuestros días, junto a las muchas casas solariegas que en su momento embellecieron el municipio, hubieran convertido a Corral de Almaguer en un destino turístico de primera.

Los molinos de viento manchegos


Los molinos de viento surgieron a partir del siglo XVI y se fueron extendiendo durante los dos siguientes siglos por buena parte de las villas manchegas que no contaban en sus inmediaciones con ríos cercanos o caudales de agua suficientes, pero sí con montículos elevadas que aseguraban durante buena parte del año un flujo de viento suficiente para mover las aspas de los molinos.

Según los estudiosos en la materia, el origen y la tecnología que encerraban estos artefactos fue importada desde los países nórdicos y centroeuropeos hacia el mediterráneo, por lo que no es de extrañar que tanto la estructura como las diferentes piezas de los molinos franceses -por poner un ejemplo- reciban los mismos nombres que las de los españoles.

Mecanismo básico de un Molino de Viento

El fundamento del molino de viento es tan simple como el molino de agua: utilizar la energía de la naturaleza, en este caso el viento, para mover unas grandes aspas de madera revestidas de lona -a modo de velas de barco- y transmitir ese movimiento al interior hasta hacer girar las gruesas piedras o muelas encargadas de triturar los cereales (trigo y cebada especialmente) así como alguna leguminosa, como los titos o almortas, básicas en la alimentación humana y de los animales.

El problema que presentaba esta nueva fuente de energía y por ello la hacía menos práctica que el agua, era la imprevisibilidad de aparición y desaparición del viento, así como su velocidad y dirección cambiantes. Circunstancias que obligaron a los constructores a utilizar la imaginación e idear unas estructuras sólidas de cierta altura y perfil redondeado, coronadas por una cubierta en forma de caperuza cónica, susceptible de girar en caso necesario para situar las aspas frente al viento.

Los molinos manchegos eran, por lo tanto, edificaciones de mampostería con forma cilíndrica y estructura interior de tres plantas, en la última de las cuales se alojaban los mecanismos del artificio y las piedras de moler. Se encontraban rematados, tal y como hemos comentado en el párrafo anterior, por un tejado en forma de cono capaz de girar en busca del viento ayudado por la tracción que imprimían dos personas a un palo de unos 15 metros de largo que descendía desde la caperuza hasta el suelo y que era conocido como “palo de gobierno”.

Mecanismo de un Molino de Viento

El mecanismo de la molienda era el siguiente: cuando el viento incidía sobre las cuatro velas de lona que cubrían las aspas, éstas imprimían un movimiento de rotación al grueso eje de madera que las sustentaba y que, ya dentro del molino y más o menos en su mitad, se encontraba atravesado por una gran rueda vertical dentada denominada “rueda catalina”. Los dientes de la rueda catalina engranaban en otra pequeña pero gruesa rueda horizontal denominada “linterna” que se encontraba a su vez adherida al eje vertical que movía la piedra de moler denominada “volandera” y cuyo roce sobre la piedra fija o “solera” producía la trituración del grano. Al igual que ocurre con el mecanismo de los piñones de las bicicletas, por cada vuelta que daba la rueda grande o catalina, la rueda pequeña o linterna daba cinco y con ello la piedra de moler.

De las tres plantas que formaban la estructura de mampostería del molino, la más elevada o “moledero” contenía, como ya hemos comentado en un párrafo anterior, el mecanismo principal de todo el artilugio y se encontraba rodeada en su perímetro por doce “ventanillos” que ayudaban al molinero a conocer en todo momento la dirección de los aires predominantes para, en su caso, girar la caperuza y enfrentar las aspas contra el viento del norte o “cierzo”, contra el viento del sur o “mediodía”, contra el viento del este o “solano”, contra el viento del oeste o “ábrego” y otros vientos intermedios como el toledano y el matacabras que soplaban en la zona.

La planta intermedia del molino o “camareta”, era el lugar donde se almacenaban las herramientas y se cernía o cribaba la harina que caía desde el piso superior a una serie de cedazos o cribas de distinto grosor que utilizaban también el movimiento del molino y que limpiaban la harina de la cáscara o “salvado” y de otros elementos que la pudieran ensuciar. Esta planta contaba con una ventana para ventilación e iluminación, situada justo encima de la puerta de entrada al molino.

La planta baja también denominada “silo” se encontraba a nivel del suelo y era el lugar donde se almacenaban los “costales” a la espera de ser cargados en los carros. Dichos costales eran sacos de lona con capacidad para una fanega de harina y con forma alargada para ser transportados a hombros más fácilmente. Los costales solían tener grabadas las iniciales del dueño de los sacos para facilitar así su identificación y evitar robos. En esta planta se encontraba también la puerta de entrada al molino, siempre orientada hacia el sur que era el lado de los vientos menos predominantes, para evitar al máximo el peligro de un posible golpe con las aspas al salir. A la derecha de la entrada, por el interior, se encontraba la escalera de caracol que comunicaba con la segunda y tercera planta y en el exterior solía haber un poyete para descanso del molinero y los clientes. El edificio se encontraba rodeado en su perímetro y a cierta distancia, por unos diez o doce monolitos de piedra fijados al suelo, conocidos como ”hitos de amarre”, en los que se ataba el palo de gobierno con una fuerte cadena para evitar que los fuertes vientos movieran la caperuza.

Los molinos de viento de Corral de Almaguer

Tres fueron los molinos de viento que levantaron en las afueras de la población algunas de las familias más poderosas de la localidad, para intentar compensar en parte los efectos de la parada forzosa que sufrían los molinos del Riansares durante los meses de verano. Sin embargo, el problema con los molinos de viento de Corral de Almaguer, no era tanto la inversión que requería su edificación, dado que por esta época existían constructores de molinos en nuestra villa y personas económicamente poderosas para financiarlos, como la falta de promontorios suficientemente elevados en los que conseguir un flujo más o menos constante de viento.

Y es que los lugares más adecuados para su instalación (el cerro de la Muela y la Sierra de Almaguer) se encontraban bastante alejados del municipio y en terrenos de la encomienda, por lo que de construirse en estos lugares estarían obligados a entregar parte de la molienda al comendador, cosa que no agradaba en absoluto a los propietarios. Es por ello que Collados, Almagueres y Martínez de la Cabeza decidieron levantar su propio molino en terrenos cercanos al municipio y más concretamente en los lugares de su propiedad que los maestros constructores especializados en el tema consideraron más adecuados. Es decir: emplazamientos elevados libres de obstáculos, edificios y arboledas, en los que incidieran corrientes de aire.

Fotomontaje a partir de una foto de los años 50, en la que se muestra el perfil que hubiera presentado la población de haberse mantenido los tres molinos de viento

El resultado fue que entre finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII aparecieron tres molinos de viento recortados en el perfil de la población. Dos en los llamados “altos de la Encarnación” (entre el actual cementerio y el antiguo convento de frailes) y otro en las inmediaciones del cerro de la vega, hoy en día conocido como las eras altas.

La noticia más antigua sobre los molinos de viento de Corral de Almaguer data de comienzos del Siglo XVII y es una curiosa anécdota revestida de tintes milagrosos, sobre un grave suceso ocurrido en el molino de los Almagueres, situado en las cercanías de lo que es en la actualidad el cementerio municipal. Dicha noticia se encuentra recogida en el llamado Nobiliario de los Gascos (el libro más valioso de la localidad, depositado en la parroquia) y es del tenor siguiente:

“Del segundo matrimonio casó D. Diego de Espinosa con Dª Isabel Rodríguez de Villatobas y tuvieron tres hijos: Gonzalo, Diego y Pedro, éste último fue dominico colegial del convento de Santo Tomás de Alcalá y afamado teólogo. Este fray Pedro de Espinosa, siendo muchacho, sirvió en el molino de viento de los Almagueres, sus primos, y la rueda le cogió con los pinachos y la linterna y le maltrató la cabeza, de forma que no habló en algunos días. Y las primeras palabras que habló dicen que fue “válgame San Pedro Martir”, por lo que su madre le ofreció que, si vivía, había de ser de su hábito, siendo luego Prior de San Pedro Martir de Toledo y afamado teólogo”(Pag. 507). Esto ocurrió en el primer tercio del Siglo XVII, por lo que el molino debió construirse entre finales del Siglo XVI y comienzos del XVII.

La siguiente información sobre los molinos de viento de Corral de Almaguer data de unos cien años después y la encontramos recogida en los libros que componen el llamado Catastro del marqués de la Ensenada (unos 80.000 gruesos libros manuscritos). En esta ocasión, don Zenón Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada, un auténtico hombre de la ilustración, propuso al rey Fernando VI confeccionar un inventario general de la riqueza existente en los municipios españoles de la corona de Castilla, con el objeto de eliminar los muchos y complicados impuestos que recaían como siempre sobre el estado llano -pues casi todos eran impuestos indirectos- e imponer una única contribución inspirada en el sistema impositivo catalán, del que no se libraban la nobleza ni las grandes fortunas. Una auténtica revolución que pretendía conseguir un reparto más equitativo de las cargas tributarias entre todos los españoles, imponiendo un impuesto único, directo y proporcional a los ingresos de cada persona. Ni que decir tiene que jamás se llevó a cabo, precisamente por la presión de la nobleza y los grandes propietarios.

Aspecto muy similar al que presentaba el Molino situado
 junto a las eras altas

En cualquier caso, lo que sí dejó el Catastro del Marqués de la Ensenada es una riquísima información sobre todo tipo de cuestiones municipales que, en lo que respecta a Corral de Almaguer, nos aporta un enorme caudal de datos sobre vecinos, profesiones, edificios, propiedades, salarios, industria, artesanía y una ingente cantidad de documentos todavía por investigar en profundidad, datados en 1752. Y es precisamente en esos documentos donde se nos informa de lo siguiente (faltas de ortografía incluidas):

Molinos Arineros de Viento:

Un Molino Arinero de Biento en el sitio que dicen los altos de la encarnación. Tiene una piedra que, en tiempo de Berano, travaja como quatro meses. Es propio de Gabriel Martínez de la Cabeza, vecino de esta villa y, sin hacer compensación de lo necesario para sus reparos, le deja de utilidad en cada un año doce fanegas de trigo. Y a Francisco García Ballesteros, vecino de esta villa, maestro que lo gobierna, seis fanegas.

Otro Molino Arinero de Biento en dicho sitio, es propio del señor Don Juan Diego de Almaguer, alcalde hordinario desta villa. No se halla corriente, por cuya razón no se le regula utilidad alguna. Y si llegare a estarlo, la misma que aelantezedente.

Otro molino Arinero de Biento en el camino de Villanueva, es propio de Don Basilio Joseph Collado, vecino de esta villa,. No le regulan utilidad alguna por no estar corriente. Pero si llegase el caso de estarlo, le regulan doce fanegas de trigo.

Profundizando en los enormes tomos del catastro, hemos encontrado algunos detalles más sobre los molinos: “un molino de viento camino del Horcajo, a la izquierda, inmediato al convento de religiosos de esta villa y otro de Gabriel Martínez de la Cabeza cuyo molino no produce utilidad alguna por no estar corriente” información que parece contradecir lo recogido en el primer párrafo

Igualmente, en las páginas que recogen los bienes de D. Basilio José Collado, heredero del mayorazgo de los Collados, encontramos: “otra tierra de media fanega que produce trigo con dos años de intermedio camino de Villanueva a la derecha, en la que se halla situado el molino de viento arruinado. Dista de la población un tiro de bala”.

Como vemos, uno de los molinos (el de Collado) ya estaba en ruinas por esas fechas y el de los Almagueres cerrado y sin funcionar. Es obvio que la escasa altitud de los promontorios en los que fueron construidos condicionaba la fuerza de los vientos y esto limitaba a su vez la rentabilidad.

La siguiente noticia sobre los molinos de viento la encontramos cien años más tarde (1864) en el manuscrito de D. Gorgonio.  En su descripción general del Corral de Almaguer del Siglo XIX, se recoge:

Mapa del siglo XIX en el que aparece recogido el lugar en el que se encontraba
 el último molino de viento de Corral de Almaguer,
 por esas fechas propiedad de la familia Mora
Molinos de Viento.

Sólo existen dos. El uno corriente propio de Venancio Sánchez, sito como a un tiro de bala de la población, por el camino de la cabeza a la izquierda, linde del frente a la huerta de don Julián Guisasola. Y el otro destruido, propio de Don Juan Manuel Collado, camino del escardillo a la derecha, linde de él y de las eras de D. Eusebio Salazar y Basiliso Álvarez.

Documento que nos ratifica la venta o arrendamiento del molino de los Martínez de la Cabeza, muy cercano al actual cementerio (que por aquel entonces todavía no existía), así como la desaparición del molino de los Almagueres (por esta época marqueses de Maenza y Condes de Puñonrostro), en sintonía con la pérdida del resto de sus propiedades –casas y tierras-  en Corral de Almaguer, por culpa de la gran afición al juego del Marqués.

A pesar de las dificultades y de la aparición de las fábricas de harinas entre finales del Siglo XIX y comienzos del XX, alimentadas ya por energía eléctrica, uno de los molinos siguió funcionando hasta comienzos del Siglo XX. Se trataba del único molino de viento que había sobrevivido a las calamidades de los tiempos y era propiedad por estas fechas de la familia “Mora”. A finales del Siglo XIX (1886) aparece como propietario Venancio Mora y en 1905 aparece regido por Eulogio Mora.

La puntilla definitiva al último molino de viento de Corral de Almaguer, se la dio la impresionante y ultramoderna fábrica de harinas de D. José Villaseñor, construida en la década de los años 20 del pasado siglo

Fábrica de Harinas de don José Villaseñor.



Rufino Rojo García-Lajara
 (Septiembre de 2022)


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