sábado, 17 de marzo de 2018

La Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad


Detalle del rostro de la Virgen de la Soledad

Siguiendo con la serie de aproximaciones históricas a las cofradías de Semana Santa de Corral de Almaguer, este año toca el turno a la hermandad de la Soledad.


Se trata de la segunda en antigüedad después de la cofradía de la Vera Cruz y la primera que sacó en procesión una imagen de vestir.


Orígenes


Aunque es difícil establecer el momento justo de su fundación, dado que los primitivos libros de actas se encuentran tan perdidos como los de las demás cofradías, sabemos que las hermandades de esta advocación surgieron en su mayoría a partir del Concilio de Trento y más concretamente tras la llegada a España de la tercera esposa de Felipe II, Isabel de Valois, hija de Enrique II de Francia y de Catalina de Médicis. Una reina de carácter sensible y delicada salud, que mantuvo a lo largo de su corta residencia en España una indisimulada añoranza por su país, debido a la rígida y encorsetada Corte española. Con todo y con eso, su dulzura y juventud le ganó el cariño de su esposo y el de sus súbditos, convirtiéndose en una de las reinas más querida por los españoles. Desgraciadamente falleció a los ocho años de su llegada a España, como consecuencia de los problemas acaecidos durante el embarazo y el parto, y la desacertada intervención de los médicos de la Corte. A partir de entonces, Felipe II vestiría siempre de luto.




Isabel de Valois. (Museo del Prado)
Cuentan las crónicas y más concretamente el padre Antonio Arés (primer cronista de la hermandad madrileña de la Soledad) que cuando vino la reina francesa a España en el año 1560, portaba entre su ajuar un cuadro de la virgen en posición arrodillada, que representaba la soledad y la angustia de María en el calvario junto a una cruz vacía. El cuadro –que había sido un regalo de San Francisco de Paula a los Reyes de Francia- era tan venerado por la joven reina, que automáticamente entró a presidir su oratorio personal.


Al año siguiente y coincidiendo con el traslado de la Corte a Madrid (1561), los frailes de San Francisco de Paula -conocidos en España como los Mínimos- comenzaron la construcción del convento de Nuestra Señora de la Victoria en la actual Puerta del Sol, esquina con la Carrera de San Jerónimo. Daba la casualidad de que uno de los frailes de ese convento, fray Diego de Valbuena, era el confesor de doña María de la Cueva, condesa de Ureña y camarera mayor de la Reina. Aprovechando la cercanía de la mencionada dama a Isabel de Valois, el confesor dejó caer que dicho cuadro debería presidir el futuro retablo del convento de la Victoria. Doña María le replicó que la reina sentía una profunda devoción por el citado lienzo y que por lo tanto la propuesta quedaba descartada. No obstante, la Condesa de Ureña le propuso hacer una copia por algún pintor de la Corte y que el monje la colocase en su monasterio. A fray Diego el ofrecimiento le pareció estupendo, por lo que rápidamente se lo comunicó a los demás frailes de la comunidad, quienes, una vez meditada la propuesta, le sugirieron que, puestos a realizar una copia en pintura, mejor tallar una imagen de vestir que recogiera ese mismo aspecto. La idea entusiasmó a la propia reina, que rápidamente mandó llamar al artista de la corte Gaspar Becerra (por aquel entonces pintor y escultor del Alcázar de Madrid y del Monasterio de las Descalzas Reales) para que se encargase del proyecto.


Imagen original de Gaspar Becerra
Fueron dos las tallas que presentó el artista a la reina, sin que a ésta le terminasen de agradar del todo, animándolo a que continuara trabajando hasta que diera con la imagen que le rondaba la cabeza. Captada por fin la idea de la reina y con el objeto de darle el aura de milagro que necesitaba la escultura (y sobre todo la economía del convento) se hizo correr la leyenda de que la talla había sido esculpida a partir de un tronco de leña quemado, que la divina providencia –mediante un sueño- le había sugerido al artista que salvase del fuego. Todos quedaron impresionados y la noticia corrió como la pólvora no sólo por la Península, sino por las posesiones de Nápoles y América.


Lo siguiente era elegir la indumentaria que habría de llevar la imagen.



Indumentaria

La reina Mariana de Austria como viuda
castellana. (Museo del Prado )
Y fue doña María de la Cueva, condesa de Ureña y camarera mayor de la reina, la que sugirió vestirla al modo de las viudas nobles castellanas. Es decir: con túnica y largas tocas blancas, cubiertas por manto negro. Como la idea fue aceptada inmediatamente, doña María se ofreció a regalarle uno de sus trajes. Esta vestimenta sería la primera que llevaría la imagen y la que se convertiría en el referente de toda España. Más aún, doña María propuso el nombre que había de dársele a la Virgen: “Nuestra Señora de la Soledad”, con gran entusiasmo por parte de la reina y las demás damas de la Corte.

Antigua Dolorosa de Benavente, con los
vestidos de viuda castellana del siglo XVI

Nació así la españolísima imagen de la Soledad, con indumentaria de viuda castellana y un rosario en las manos como único complemento. Sin semejanza alguna con las demás advocaciones de la época, la Virgen de la Soledad reflejaba en sus facciones el inmenso dolor y soledad de la madre que ha perdido a un hijo, remarcado por la inclinación de la cabeza hacia la derecha y las manos fuertemente cruzadas sobre el pecho como gesto de desesperación.





Aunque la imagen de la Soledad se convirtió en la escultura castellana por excelencia y su procesión fue retratada hasta por el mismísimo Francisco de Goya, no tardaron en tallarse versiones mejoradas de la imagen -con un corazón atravesado por siete espadas o dolores- que llevarían el nombre de Nuestra Señora de los Dolores.



Soledades de Fuente de Pedro Naharro, Aranjuez y Pozorrubio, vestidas al estilo castellano



La cofradía de la Soledad de Corral de Almaguer

Imagen de Nuestra Señora de la Soledad anterior
 a la guerra civil
Surgió austera y con vocación de luto, como asociación gremial de vecinos que pretendían rememorar el misterio de la Pasión y Muerte de Cristo, participando de sus dolores mediante la penitencia y la autoflagelación pública. Fue por lo tanto en sus orígenes, al igual que la cofradía de la Vera Cruz, una hermandad de disciplina, con hermanos de sangre (disciplinantes) y hermanos de luz que, por su edad, salud o género, acompañaban a los flagelantes alumbrando sus pasos con grandes hachones de cera.


Nada sabemos del gremio que la componía ni la fecha exacta de su fundación, aunque la presencia de clérigos ejerciendo como mayordomos y numerosos ornamentos eclesiásticos en el inventario de sus bienes, nos hacen pensar en una cofradía de iniciativa eclesiástica, creada en torno a los años 1565 a 1575 coincidiendo con el surgimiento de las primeras hermandades de esta advocación en España. Es bastante probable por lo tanto que la primera imagen de vestir de la Semana Santa Corraleña (Nuestra Señora de la Soledad) fuera tallada coincidiendo con la fundación de la hermandad, dado que para el año 1603 ya aparece como una cofradía plenamente establecida y con sus estatutos aprobados por las autoridades eclesiásticas.

Desconocemos si sus miembros ejercían alguna labor asistencial de ayuda a los más necesitados, como ocurría con algunas hermandades de esta advocación, o si el recorrido procesional terminaba en el otro humilladero de las afueras de la villa, (el humilladero de la Piedad, situado en las eras altas junto al camino de Villanueva). Lo que sí sabemos, por ser común práctica en todas las hermandades de la Soledad, es que los cofrades debían asistir confesados a los oficios del Viernes Santo, vestidos con túnicas de paño negro basto, ceñidas con un cíngulo del mismo color y posiblemente capirotes. Una vez en la parroquia, los hermanos, junto con los demás vecinos de la villa, asistían a una ceremonia impactante: el llamado Oficio de Tinieblas.

Tenebrario de oficio de Tinieblas
Un ritual eclesiástico cargado de simbolismo, suprimido por el Concilio Vaticano II, en el que el templo acababa totalmente a oscuras, iluminado únicamente por las temblorosas luces del Tenebrario. Un enorme candelabro de madera con forma triangular en su parte superior (desaparecido en la restauración de la iglesia del año 1978), que alojaba un total de quince velas dispuestas de forma simétrica y descendente en dos de los lados del triángulo.

Según avanzaban los oficios, llegado un determinado momento se comenzaban a cantar las lamentaciones del profeta Jeremías, procediendo a ir apagando las velas conforme acababa cada uno de los salmos. Con el final de los últimos versículos del Benedictus, se iban apagando también las seis velas colocadas en el altar y las demás luces de la iglesia, hasta que el templo quedaba iluminado únicamente por la vela más alta del tenebrario. Vela que era retirada por el sacerdote y escondida detrás del altar, momento en el que se cantaba el Miserere o salmo 51 con la iglesia totalmente a oscuras. Acabada la letanía, el sacerdote daba varios golpes secos en el altar con uno de los libros y los monaguillos y todas las personas que asistían a los oficios hacían sonar las carracas y matracas en un ruido ensordecedor que recordaba los temblores de tierra que siguieron a la muerte de Cristo. Seguidamente el oficiante mostraba de nuevo la vela escondida detrás del altar -como símbolo de la resurrección- cesando inmediatamente los ruidos de las carracas y dándose por concluida la ceremonia.

Posteriormente y precedido por un estandarte o pendón de tafetán negro con los símbolos de la cofradía bordados en la delantera, daba comienzo el cortejo procesional. Al estandarte, que contaba con un crucifijo de bulto en la cruceta que formaban las dos varas, le seguían dos grandes cruces de madera portadas por penitentes, los disciplinantes descalzos y con las espaldas descubiertas, los cofrades de luz flanqueando e iluminando los pasos de los hermanos de sangre y finalmente la imagen de la Soledad vestida como viuda castellana, con túnica o “monjil” negro de maraña de seda (seda basta), largas tocas blancas que descendían desde la cabeza hasta debajo de las rodillas y manto de anascote (tejido de lana muy utilizado por las viudas) que arrastraba por el suelo. Los dos presidentes o mayordomos de la cofradía, acompañados por las autoridades civiles y eclesiásticas, seguían a la imagen portando sendos cetros con las insignias de la Virgen.


Procesión de disciplinantes de la Virgen de la Soledad retratada por Francisco de Goya.
(Real Academia de Bellas Artes de San Fernando)

Desde mediados del siglo XVII comenzaron a añadirse a estas cofradías tallas de cristos crucificados con brazos articulados, que permitían a los miembros de la hermandad escenificar en la iglesia el descendimiento de Cristo antes de la procesión. Estos Cristos Yacentes (Que es como fueron designados) eran luego depositados en una urna de cristal y expuestos públicamente en la iglesia desde la tarde del Viernes Santo hasta el domingo de resurrección. Poco tiempo después entraron a formar parte de los Cortejos Procesionales, precediendo a la imagen de la Soledad y recibiendo el nombre de “Santos Sepulcros”.

Primera salida del Santo Sepulcro. (año 1943)

Dado que las primitivas reglas de las cofradías de Corral de Almaguer se encuentran perdidas, reproducimos aquí -a modo de ejemplo- dos pequeños extractos de las constituciones o estatutos por las que se regían estas hermandades de sangre (en este caso la cofradía de la Soledad de Sevilla) fundada por las mismas fechas que la de Corral de Almaguer

De cómo han de venir los cofrades el Viernes Santo a cumplir la penitencia que prometieren. Ordenamos y mandamos y tenemos por bien, que los hermanos de Nuestra Señora de la Soledad, de cuyo título es nuestra Hermandad, sean obligados a venir el Viernes Santo dende las doze horas después de medio día fasta las tres, donde fuere acordado por nuestro cabildo, con el recaudo que para semejante acto se requiere. A saber: una túnica de anjeo o de prezilla y no de otro lienço más delgado, con su capirote y un zíngulo negro y un escudo con la imagen de nuestra advocación que tenga a Nuestra Señora con su manto negro y un escapulario de anascote. Y de media pierna abajo descalços. El de luz puede llevar calças de lienzo o de paño como la quisiere llevar. Y el que fuere de sangre, estando enfermo, pueda llevar un alpargate y una disciplina de volantín con tres o cinco estrellas de plata etc…

De lo que han de aparejar los mayordomos para el lavatorio de la disciplina. Ordenamos y mandamos que nuestros mayordomos sean obligados de aparejar para el Viernes Santo en la tarde, después de venidos de la nuestra processión, vino cozido con arrayán y laurel y rosas y violetas y cogollos de romero, para lavar a nuestros hermanos. Y esponjas para curarlos y aparejar bacines grandes para lavarlos. Y que el hermano o hermanos que no pudieren ir en la dicha processión por estar indispuestos para cumplir la penitencia, que se queden para el dicho lavatorio para ayudar a lavar a sus hermanos etc…..

Imagen de Nuestra Señora de la Soledad anterior a la Guerra Civil y talla actual de la Virgen de la Soledad.


La cofradía de la Soledad -al igual que la de la Vera Cruz- mantuvieron durante más de doscientos años estos cortejos de disciplina (muy degradados en los últimos tiempos) hasta que el Rey Carlos III suprimió definitivamente las hermandades de sangre en el año 1777, por considerarlas muestras de barbarie, superstición e incultura popular. Como consecuencia de la medida, la cofradía de la Vera Cruz desapareció totalmente y no fue refundada hasta el año 1844, mientras que la de la Soledad tuvo que cambiar sus reglas y estatutos para obtener el beneplácito del poder eclesiástico y poder continuar.

Sufrió a partir de entonces una evolución bastante tortuosa, en sintonía con las calamidades naturales, guerras de variado signo y graves crisis económicas que azotaron al país. Es por ello que durante este periodo la cofradía fue suprimida en varias ocasiones, para ser refundada otras tantas veces.

En 1844 se reestableció de nuevo la hermandad y siguió procesionando hasta la guerra civil en que fue suprimida de nuevo, para reaparecer en el año 1940 con la actual imagen de la Soledad realizada en el taller de don José Rabasa. Tres años después lo haría el Santo Sepulcro, procedente de los mismos talleres valencianos de imaginería.


Fotografía del Santo Sepulcro a su llegada a Corral de Almaguer en el año 1943



Para terminar y como he venido haciendo con las anteriores cofradías, quiero obsequiar a la Hermandad de la Soledad y Santo Sepulcro, con los documentos inéditos más antiguos conservados hasta la fecha, procedentes de la visita que la Orden de Santiago efectuó en el año 1603 a Corral de Almaguer, siendo alcalde ordinario Pedro Clemente Gasco y regidores: Antonio Ayllón Estebáñez, Pedro Vázquez del Águila, Gonzalo Martínez de la Cabeza y Pedro Briceño Espinosa.

Los documentos, fechados en diciembre del año 1603, son como siguen:

Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad
Hallaron por mayordomos de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, a Francisco Díaz y Alejo Sánchez, clérigo. 
El dicho Francisco Díaz, con juramento, declaró que la dicha cofradía tiene los ornamentos y bienes siguientes: 
Bienes 
Un censo al quitar de quinientos maravedíes al año de catorce mil, contra Illán del Campo. 
Otro de la misma cantidad, contra Francisco Gasco, clérigo. 
Un cáliz de plata, la copa dorada por de dentro con su patena. 
Una casulla de terciopelo morado con cenefa bordada. 
Otra de tafetán negro.
Un frontal de terciopelo negro. 
Dos albas con sus amitos, estolas e manípulos. 
Un pendón de tafetán negro con un Cristo en la cruz de la vara. 
Un arca para los ornamentos y otra para cera. 
Dos cetros con las insignias de Nuestra Señora. 
Dos cruces de madera y una imagen de Nuestra Señora con su vestido negro de maraña de seda y otro vestido de anascote. 
E no tiene otros bienes
Quenta 
Y habiendo revisto las quentas desde la visita última que el Prior de Uclés hizo para tomarlas a los dichos mayordomos, se rescibió juramento del dicho Francisco Díaz de que la dará verdadera, e la dio en la forma siguiente:
Quenta y Cargo 
Hízosele cargo de doce mil quinientos e ochenta e cinco maravedíes. Los tres mil trescientos e quarenta maravedíes del alcance hecho al licenciado Carbonero y Francisco Gasco en la quenta que dieron en diez de septiembre de seiscientos y tres, y quatro mil ochocientos y veinte e ocho maravedíes de la limosna que hubo el Jueves Santo y de la entrada de hermanos. E ochenta e cinco reales que se hallaron en la arquilla, además de otros quince y medio, y los mil maravedíes de un año de los dos censos que van en el inventario.
Descargo (Gastos)
Dio en descargo diez mil quatrocientos e quatro maravedíes. 
Los cinco mil novecientos e cinquenta maravedíes de arroba y media de cera y hechura, y quarenta e  ocho reales de la limosna. 
De las misas y derechos del cura y al dicho cura, diez e nueve reales, y al sacristán quatro por la procesión. 
Treinta reales de aceite, y otros treinta a músicos por las fiestas, y cantar el miserere en la quaresma como se contiene en seis partidas en la quenta donde va con distinción. 
Y ansí fueron alcanzados los dichos mayordomos en dos mil ciento e treinta e un maravedíes. 
E los dichos visitadores aprobaron la dicha quenta, e condenaron al dicho mayordomo en el dicho alcance, para que lo pague a la dicha cofradía. 
Y vieron las constituciones della confirmadas. 
E firmaron Gómez Velázquez e Alonso de Cerecedo (visitadores). 
Yo el escribano, Francisco de Larrázpuru


Rufino Rojo García-Lajara (Marzo de 2018)

(Todos los derechos reservados)




CURIOSIDADES Y ANÉCDOTAS: (El hermano gemelo del sepulcro): Según recogimos anteriormente, tanto la actual talla de la Virgen de la Soledad, como la del Santo Sepulcro, fueron encargadas a los talleres valencianos de imaginería Royo-Rabasa, procesionando por primera vez en la Semana Santa de los años 1940 y 1943 respectivamente.


Santo Sepulcro de Elda (Alicante) 

Era tal la demanda de imágenes posterior a la Guerra Civil, que los mencionados talleres se vieron abocados a repetir algunas caras de Vírgenes y Cristos, e incluso diseños completos de pasos, para poder atender las crecientes peticiones de conventos y parroquias. Es por ello que muy pocos saben que el sepulcro de Corral de Almaguer cuenta con un hermano gemelo en Alicante (concretamente en el pueblo de Elda) y que las facciones de la Virgen de la Soledad y la Verónica de Corral de Almaguer, se asemejan mucho a otras de Ocaña, Ciudad Real, Alzira, Torrent etc…, realizadas por el mismo escultor anónimo del taller Royo-Rabasa.


Procesión del Santo Sepulcro de Elda (Alicante), esculpido en los talleres Royo-Rabasa  (año 1943).



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