jueves, 20 de abril de 2017

El más ilustre vecino de Corral de Almaguer es un Inmigrante



 Cristo de la Agonía, patrón de Corral de Almaguer

Que la estupidez humana no tiene límites, es algo que casi nadie discute, pues es raro el día que no somos testigos de alguno de sus numerosos ejemplos. Que el ser humano cae y vuelve a caer una y otra vez en la misma piedra y repite hasta la saciedad los mismos errores, es un hecho tan contrastado a lo largo de la historia, que nos hace dudar en ocasiones de la capacidad de razonamiento del ser humano y de si en verdad es superior a los animales.

 

 Pero tranquilos que no estoy aquí para hablarles de política, que en último extremos son ustedes los que deciden en las urnas, sino para hablarles de inmigración y lo que es peor, de racismo. Concretamente de la creciente oleada de intolerancia, fanatismo e intransigencia que se va extendiendo por las distintas capas de nuestra población.





Y es que está más que demostrado, que es en los momentos de crisis y entre las personas más ignorantes e ingenuas, donde calan más profundamente las consignas de exclusión. Esas consignas, con frecuencia falsas o manipuladas, que son difundidas sin control por las redes sociales y las televisiones, con el objeto de crear ese clima de odio al diferente que va impregnando poco a poco nuestra sociedad. Como un fantasma recuperado de la época más negra de la historia de Europa, la sombra del racismo vuelve a aparecer cada cierto tiempo, para arraigar con fuerza en las mentes más débiles. En aquellas que vierten las culpas de sus miedos, inseguridades y carencias en los que son diferentes y por lo tanto en los inmigrantes.



Es fácil caer en la ignorancia y hacerse eco de todos esos malintencionados tópicos que corren de boca en boca, para culpar a los inmigrantes de todos los males de nuestra sociedad (que si vienen a quitarnos nuestros puestos de trabajo, que si son todos delincuentes, que si ellos gozan de más ayudas que nosotros, que si a este paso nos van a invadir y estupideces por el estilo). Cualquier cosa, con tal de justificar nuestra propia incapacidad y descargar en ellos todas nuestras frustraciones e incompetencias.



La realidad, sin embargo, es tozuda y tira por tierra semejante argumentación, pues es gracias a los inmigrantes que Corral de Almaguer puede mantener hoy en día las labores del campo, el pequeño comercio y en buena medida la vida digna de nuestros ancianos. ¿Cuántas veces no hemos visto y oído que la misma persona que carga con soberbia y desprecio en bares y corrillos contra los inmigrantes -esa misma que se arrodilla en misa los domingos para que lo vean bien sus vecinos- es la que luego tiene un “moro” contratado por bajo salario que, mira tú por dónde, es un tío muy honrado que le trabaja el campo como una auténtica fiera, o le quita la “mierda” a su anciana madre?



Verdaderamente la hipocresía de nuestra sociedad no tiene parangón y ha llegado a límites intolerables. Es necesario por lo tanto contener esta plaga de odio y estupidez, comenzando por aclararle a los corraleños y allegados de mente fanática, cerrada, excluyente, xenófoba o racista, que mira tú por dónde el más ilustre vecino  de Corral de Almaguer es un inmigrante.



Sí queridos paisanos, el patrón de Corral de Almaguer, el auténtico Cristo de la Agonía, ese mismo que desfila durante la Semana Santa en la procesión de los morados, procede de Guatemala. Es, como diríamos en la actualidad con carácter peyorativo, un “panchito” enviado desde Sudamérica por el corraleño Alonso Gasco de Herrera en 1569, para presidir la capilla del hospital. Esa misma capilla que desde entonces pasó a denominarse ermita del Cristo y que ocupó durante siglos los terrenos en los que hoy se asienta el mercado municipal.



Ya pueden por lo tanto comenzar a rasgarse las vestiduras aquellos cristianos y no cristianos de mente estrecha que recelan de lo diferente. Aquellos que no suelen recordar que Cristo tuvo que emigrar a Egipto para evitar que lo mataran, al igual que hacen hoy en día miles de refugiados sirios. Aquellos que aún no se han dado cuenta de que el patrón de Corral de Almaguer es un Cristo de piel morena, cuerpo achaparrado y facciones indias o semíticas, que refleja en su profunda mirada de agonía, el insoportable sufrimiento que rodea a nuestra civilización.



Un Cristo doblemente maltratado que, como fiel caricatura de nuestra decadente sociedad, no sólo conoció la emigración, sino también el posterior desahucio de su propia ermita. Un Cristo que, al no presentar la exuberante anatomía de las actuales esculturas, va siendo sustituido poco a poco de los actos oficiales (como denuncia Antonio Mancheño Santiago) por otro más reciente y de cuerpo atlético, que aunque no es el auténtico Cristo de la Agonía, refleja como ninguno la obsesión por la perfección que empapa todos los ámbitos de nuestra enferma sociedad.

 



Si esto no es un claro reflejo de nuestro tiempo, que venga Dios y lo vea.

 




Rufino Rojo García-Lajara (Abril de 2017)






Nota. El primitivo Cristo de la Agonía, de cuya imagen adjuntamos fotografía recogida del blog “Somos de Almaguer en América”, fue la escultura más valiosa de la población en lo que a calidad artística se refiere. Tras ser destruida durante la contienda civil, el taller de Rabasa esculpió la actual imagen ateniéndose a sus orígenes étnicos y a la realidad anatómica de un hombre normal. Una realidad anatómica que pocos escultores suelen reflejar en sus trabajos, pero que es capaz de concentra en su mirada la brutal realidad de tantos Cristos anónimos que agonizan día a día ante nuestros ojos.

 

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