martes, 26 de noviembre de 2024

LA CAÍDA DE LOS DIOSES (El final de los Collados)


El último Collado de Corral de Almaguer
Existe una perversa satisfacción, mezcla de envidia, admiración y su poquito de odio, en contemplar la debacle de aquellos que están por encima de nosotros. Ser testigos de la desgracia de aquellos a los que envidiamos, especialmente en cuestiones económicas, físicas o de éxito social, produce en nosotros una sensación obscena rayana en la felicidad y un esbozo de sonrisa maliciosa, que no podemos alejar de los labios por más que choque con nuestra concepción cristiana de la compasión. Ver cómo caen esas “torres tan altas” que han sido objeto de muchas de nuestras conversaciones, produce en nuestras mentes una sensación de placer y equidad tan gratificante, que no dudamos en achacarla a la justicia divina y disfrazarla de lástima ante los demás, mientras lavamos nuestros malos pensamientos soltando esa vieja frase convertida por las telenovelas en compendio de la igualdad: “Los ricos también lloran

Pero esta historia no va de envidias obscenas ni venganzas personales, por más que a lo largo de los siglos estuvieran siempre rodeados de ellas, sino del hundimiento del mayor imperio económico de la historia de Corral de Almaguer. La desaparición de la familia Collado, el clan familiar más poderoso de la localidad y de la comarca, que mantendría su dominio hasta el último cuarto del Siglo XIX. Esta historia, en definitiva, nos habla de que nada permanece para siempre y que todo cuanto existe bajo el sol tiene su hora.

Pero como en cualquier historia que se precie, debemos comenzar por el principio. Todo tiene un comienzo y el de esta poderosa familia, según su propia leyenda, lo inició Gonzalo Gómez Collado allá por el año 1442, cuando se batió en duelo abierto con un musulmán de las tropas de Mohamed IX “el Zurdo”. Consumada su victoria, Gómez Collado se presentó ante el Rey Juan II (padre de Isabel la Católica) con la cabeza de su oponente, recibiendo los honores reales así como la hidalguía y título de “caballero de la Orden de la Banda” que luce el blasón familiar que corona la Casa de los Collados.

Sin embargo y aunque los títulos producen honores, resulta difícil comprender de dónde les vino tanta y tan rápida riqueza. Los documentos de la Orden de Santiago son claros a este respecto y nos informan de que ya en tiempos de los Reyes Católicos poseían las mejores tierras de la población -excluidas las de la Orden de Santiago- vinculadas en un Mayorazgo. Profundizando más en el tema, descubrimos al verdadero artífice de la grandeza económica y social de esta saga familiar: El Comendador Juan Collado. El auténtico ejemplo de lo que hoy en día, sin menospreciar en absoluto su valía, denominaríamos estar en el lugar oportuno y en el momento adecuado.

Confirmación  del privilegio de hidalguía
a D. Juan Collado Año 1501

Juan Collado fue un hombre de letras en una época de caballeros guerreros que apenas sabían leer y escribir. Un hombre cultivado y abierto de mente que supo ganarse la amistad del último Maestre de la Orden de Santiago, don Alonso de Cárdenas, hasta convertirse en su secretario y consejero personal. Un caballero ambicioso que supo aprovechar su inteligencia para escalar los puestos reservados a la alta nobleza de la Orden de Santiago, a pesar de los recelos, enfrentamientos y humillaciones que hubo de soportar por parte de aquellos que se creían propietarios de su título por derecho divino.  

Esa estrecha amistad con el Maestre acabaría reportándole suculentas ventajas económicas, gracias a los nombramientos de Comendador de Mirabel (actual Miguel Esteban) primero, y pocos años después de Ocaña, título reservado a las grandes familias del reino. A pesar de los desplantes de la alta nobleza, Juan Collado se convirtió de la noche a la mañana en un hombre económicamente poderoso al abrigo del Maestre y hasta consiguió ser enviado en una ocasión a Roma, para llevar unas cartas del Rey Fernando el Católico al Papa Clemente VII (Julio de Médicis). Sin perder un momento, a la vuelta Collado añadió a su currículum el título de Embajador. Entre tanto, nuestro personaje se había casado con Teresa Suárez, hermana del comendador Francisco Suárez, residente en Corral de Almaguer. Y aunque la dote recibida por parte de su esposa no debió ser especialmente generosa, dada la poca rentabilidad de la encomienda de su cuñado, Collado había dado el primer paso para tejer la tupida red de matrimonios que elevaría su familia a lo más alto.

En una época en la que la ostentación era signo de riqueza, nuestro comendador comprendió que, si quería ser tratado como un hombre poderoso, debía parecer un hombre poderoso. Es por ello que, aprovechando la presencia en la localidad de una cuadrilla de canteros contratados para reformar la Iglesia parroquial, proyectó la construcción de un espectacular palacio que lo igualara con las altas dignidades del reino, además de una capilla destinada a recoger los sepulcros de los fundadores, al igual que hacían las grandes familias de la nobleza. Gastó en el empeño enormes cantidades de dinero, sin ser consciente de que el destino le podía retirar su apoyo en cualquier momento, como ocurrió en 1507 con la repentina aparición de una terrible epidemia que acabó con su vida para siempre y puso fin a sus ilusiones de grandeza. Sin los enormes ingresos del Comendador, los proyectos quedaron paralizados y la familia se las vio y deseó para pagar las deudas pendientes y cerrar las obras de la manera más rápidamente posible. Del palacio apenas quedaron terminadas dos de sus alas y un mínimo lienzo de fachada, mientras la capilla tuvo que acabarse sin mayores florituras y sin los dos sepulcros de tipo arcosolio que iban a contener los restos de los fundadores.

Firma de Juan Collado (por entonces Comendador de Mirabel) como secretario
del Maestre Alonso de Cárdenas

Pero aunque el destino nos golpea con frecuencia y nos advierte de la vanidad de los esfuerzos humanos, Collado ya había puesto la semilla del futuro familiar. De los dos hijos varones que engendró con Teresa Suárez, al primogénito y heredero del mayorazgo, de nombre Gonzalo como su abuelo, lo desposó con María Ramírez de Alarcón, digna representante de dos de los apellidos más poderosos de la provincia de Cuenca, mientras a su hijo menor Juan, lo casó con Catalina de Santoyo, rica heredera del vecino pueblo de Villanueva de Alcardete y sobrina del Prior de Uclés Fernando de Santoyo. De estos dos matrimonios nacerían al menos ocho nietos del fallecido Comendador que abrirían el abanico de las relaciones familiares y emparentarían con lo más granado de la población y de toda la comarca. Ayllones, Gascos, Alarcones, Ramírez de Arellano, Almagueres, Águilas, Molinas, Santoyos, Peñalosas… etc. Pasarán a formar parte del amplio árbol genealógico de los Collados y unirán sus haciendas para mayor gloria de su linaje.

Comenzó de esta manera una época de esplendor familiar que se alargaría a lo largo de cinco siglos (hasta el último cuarto del Siglo XIX) y que basaría su riqueza y poder en el establecimiento de contratos matrimoniales ventajosos con otras familias de la comarca y el continuo incremento de sus mayorazgos (instituciones que vinculaban las tierras y demás posesiones al primogénito de la familia para mayor gloria del apellido, sin posibilidad de venta, enajenación o hipoteca; únicamente aumento).  Debemos señalar a este respecto que los miembros de la familia Collado, al contrario que los de otras familias nobles de la localidad, no se distinguieron por sus méritos en la política, la religión, la milicia o las letras. Antes bien, se limitaron a cargos de poca relevancia en el ejército, algún hábito de caballero en las órdenes militares, los típicos cargos concejiles del Ayuntamiento y algún puesto como criado en la corte de Fernando VII. Sin embargo, esa mentalidad conservadora de sus bienes, “gastar poco y comprar mucho” (Eso que en Corral de Almaguer llamaríamos espíritu Cuquillero) les reportó beneficios suficientes para mantener a lo largo de los siglos la rama directa de la familia. No así las ramas secundarias que se irían diluyendo poco a poco hasta su práctica desaparición.

LINEA SUCESORIA DE LA CASA Y MAYORAZGO DE LOS COLLADOS

JUAN COLLADO (EL COMENDADOR DE OCAÑA). Fundador del Mayorazgo de los Collados. CASADO CON TERESA XUÁREZ. Fallecido en 1507

GONZALO GÓMEZ COLLADO XUÁREZ (HIJO DEL COMENDADOR) CASADO CON MARIA RAMÍREZ DE ALARCÓN. Fallecido en la Batalla del Romeral (octubre de 1521)

GONZALO COLLADO RAMÍREZ DE ALARCÓN (HIJO DEL ANTERIOR) CASADO CON ANA CAJA DE CUENCA.

BERNARDO COLLADO RAMÍREZ DE ALARCÓN (HERMANO DEL ANTERIOR). Fallecido el 5-07-1571. Vinculó sus bienes en su sobrino

Escudo de la Capilla de los Collados
BERNARDO COLLADO DE ALARCÓN (HIJO DE GONZALO COLLADO Y SOBRINO DEL ANTERIOR) CASADO CON SU PRIMA ANTONIA COLLADO SANTOYO. Tras la muerte de  su esposo, Antonia Collado casó en segundas nupcias con D. Fernando de Almaguer y Loaysa, heredero de los Almagueres, con el que tuvo cuatro hijos.

PEDRO COLLADO DE ALARCÓN Y SANTOYO (HIJO DEL ANTERIOR) CASADO CON ANA MARÍA DE ALARCÓN Y MEDINA. Capitán del ejército y caballero de Santiago en 1623.

FRANCISCO COLLADO SANTOYO. (HIJO DEL ANTERIOR) CASADO CON LEONOR DE ESPINOSA EL 4-4-1644 (nacido en 1617 y testamento el 9-03-1696) Alcalde de Corral de Almaguer en 1643,1649 y 1650. HIJOS: Francisco, Pedro, Juan Basilio, Isabel, Bárbara y Agustín

JUAN BASILIO COLLADO ESPINOSA, (HIJO DEL ANTERIOR) CASADO CON CATALINA DE SALAZAR Y ESPINOSA EN 20-07-1695. Nacido el 3-6-1655 y testamento 1739. Alcalde en 1696 Y 1701. HIJOS: Rodrigo y Basilio José.

BASILIO JOSE COLLADO SALAZAR, (HIJO DEL ANTERIOR) CASADO CON MANUELA DEL AGUILA Y BELMONTE EN 6-12-1734. Nacido 4-3-1703, casado el 6-12-1734 y muerto en 1773). Alcalde de Corral en 1747, 1748 y 1758. HIJOS: Juan Manuel, José Antonio, Francisco Andrés, Manuela, Teresa y Ángela.

JUAN MANUEL COLLADO DEL AGUILA (HIJO DEL ANTERIOR) CASADO CON JUANA JERÓNIMA JOAQUINA DELGADO MONROY Y FIGUEROA de LILLO en  21-5-1765. Falleció en 1785. HIJO, Juan Manuel

JUAN MANUEL COLLADO DELGADO MONROY (HIJO DEL ANTERIOR) CASADO CON MARÍA JOSEFA LEONARDA RUIZ DE ALARCÓN EN 13-1-1795, nacido el 2-11-1772 y fallecido en 1809, TUVO 4 HIJOS a los que puso largos nombres como hacía la nobleza: Juan Manuel Víctor Ramón Tomás, Nicolás Alejandro Ramón Concepción, María Carlota Victorina Francisca Ramona y Petra Regalada Merandra Ramona Pascuala

JUAN MANUEL COLLADO RUIZ DE ALARCON (HIJO DEL ANTERIOR) CASADO CON MARIA AGUSTINA DE AVELLANEDA Y FRANCO. Nacido en el año 1800 y fallecido el 31-3-1875, sin hijos. Sin línea directa de descendencia, legó todos sus bienes a su sobrino Tomás Collado Peralta de Lillo, que falleció cinco años después, también sin hijos, finalizando definitivamente la saga de los Collados de Corral de Almaguer.

  

D. JUAN MANUEL COLLADO RUIZ DE ALARCÓN

(el último Collado de Corral de Almaguer)

Retrato de Don Juan Manuel Collado
(alrededor de 1860)

Don Juan Manuel Collado Ruiz de Alarcón nació en 1800, coincidiendo con el comienzo de un nuevo siglo -el Siglo XIX- que vendría marcado por profundos cambios, guerras y convulsiones en todos los frentes de la sociedad. Cien años en los que se producirá el final del antiguo régimen señorial y el comienzo de un difícil avance hacia el liberalismo político y económico, con la aparición de la primera Constitución Española y el final de los privilegios de la nobleza y la iglesia en los procesos de desamortización y abolición de los mayorazgos. Un siglo en el que nuevos protagonistas (la burguesía y el ejército) tomarán las riendas de una España sumida en el atraso y profundamente traumatizada por las pérdidas de las colonias y el desastre de Cuba del 98. Una sociedad que aceptará con mucho recelo la llegada del ferrocarril, las máquinas y la industrialización.

Pero estos cambios tardarán en llegar y apenas tendrán reflejo en las dos Castillas y Andalucía, zonas tradicionalmente agropecuarias y de mentalidad fuertemente conservadora, que verán como las tierras, lejos de repartirse mejor entre los agricultores de los pueblos –como pretendía la desamortización- pasarán a ser propiedad de una nueva élite de latifundistas y caciques locales (señoritos) que, en su afán de obtención rápida de beneficios, empeorarán las condiciones de vida de los jornaleros y trabajadores del campo, sembrando la semilla del malestar, las agitaciones y los posteriores levantamientos obreros que les estallarán en la cara con la llegada del siguiente siglo.

Ajeno a todos estos cambios, de los que ni tan siquiera sería testigo, D. Juan Manuel Collado y Delgado Monroy, padre de nuestro protagonista, recibía pletórico la llegada de un vástago varón (Juan Manuel Víctor Ramón Tomás) que aseguraba la línea sucesoria familiar y la continuidad del linaje.  

Un niño criado entre algodones, como correspondía a su estatus social, que se convirtió con tan sólo 9 años en el mayor terrateniente de la localidad. Un niño rico de carácter bonachón y sensible, que veía cómo a su paso los hombres mayores se quitaban la boina y agachaban la cabeza en señal de respeto, controlado en todo momento por una madre severa y poca amiga de gastos. Un niño que no despuntó en los estudios ni en ninguna otra actividad de los de su clase y que, fallecida su progenitora y tutora –María Josefa Ruiz de Alarcón-, se dedicó al control de su hacienda junto a su administrador y mayordomo personal, Eladio López Santacruz, al que consideraba como un miembro más de su familia y al que legó un buen montón de reales en su testamento.

Por otro lado, no fue don Juan Manuel hombre mujeriego ni aficionado al juego ni a las juergas en su etapa de juventud como correspondía a los de su grupo social. Antes bien, habían calado profundamente en él las convicciones religiosas inculcadas por su madre y, aunque obviamente se juntaba con sus iguales para debatir el estado de la nación en las tertulias del casino, al contrario de estos últimos jamás tuvo ambiciones políticas ni interés por ocupar los cargos del Ayuntamiento que ellos controlaban a su antojo.

Aprovechando la desamortización de Mendizábal, don Juan Manuel aumentó aún más su ya extenso patrimonio, haciéndose con propiedades que habían pertenecido a la Orden de Santiago junto al Riansares, al otro lado de la Sierra (dehesilla) y un buen pedazo del monte de la Moheda (futuro monte higueras) que había sido propiedad del Ayuntamiento, construyendo además el último molino de agua de la localidad, el llamado molino nuevo o de Collado, cerca de la ermita. En la población, mientras tanto, bien por compra, bien por herencia, D. Juan Manuel se convirtió en el propietario de casi todos los inmuebles emblemáticos de la villa, incluyendo la mayoría de los edificios de la calle de los Collados, entre los que estaban las casas de los Ramírez de Arellano y las de los Almagueres, las casas de la Encomienda en la calle de Santa Ana, las antiguas casas de Terceros y Gascos (actual colegio de la Salle), las casas de la cruz colorada, las de la calle Chacón que pertenecieron a los Briceños y un sin número más de viviendas que tenía alquiladas a miembros secundarios de su familia, sin contar las huertas y solares cercanos a la población.

Como era norma entre los de su clase, a don Juan Manuel Collado lo casaron con otra rica heredera, en este caso de la zona de Estremera, emparentada con los Martínez-Aedo de aquella localidad. Doña María Agustina de Avellaneda era una mujer de tez muy clara y cuerpo delgado, con posesiones en la provincia de Cuenca. Una mujer dulce y de buen carácter de la que se enamoró perdidamente don Juan Manuel y a la que guardó fidelidad durante toda su vida a pesar de no haberle dado hijos. Y es que la desgracia acompañó a este matrimonio desde el primer momento, pues pocos años después de los esponsales doña María Agustina comenzó a presentar síntomas de una dolencia que acabaría manteniéndola en cama el resto de su vida por más que se consultasen los mejores médicos de la Corte. Una dolencia que incrementaría aún más el cariño y los cuidados de don Juan Manuel hacia su esposa y que lo llevaría a cambiar su residencia habitual en la Casa de los Collados a otra con menos humedades y más protegida de los aires del norte. La casa en cuestión, también de su propiedad, era la de los Briceños en la Calle Chacón. Eso sí, como nobleza obliga, no le gustó el pequeño escudo que ostentaba este emblemático edificio en el dintel de su puerta y decidió llevarse el de los Ramírez de Arellano situado en el comienzo de la calle de los Collados y empotrarlo en su nuevo domicilio.

El Patio de la Casa de los Collados alrededor del año 1910 antes de su venta
a Clemente Tradacete
 

Del amor y fidelidad que mantuvo don Juan Manuel hacia su conyugue nos habla el hecho de que no se le conociese hijo bastardo alguno, fruto de relaciones extramatrimoniales con las criadas, como era habitual entre los terratenientes de la localidad y que quizás hubiera podido reconocer in extremis como sangre de su sangre para continuar la línea sucesoria de su estirpe. Antes bien, nuestro protagonista ni tan siquiera quiso casarse en segundas nupcias una vez fallecida su esposa y prefirió mantener la memoria de su amada María Agustina hasta el final de su vida, consciente de que a su muerte el legendario linaje de los Collados se daría por concluido.

El 7 de junio de 1870 don Juan Manuel Collado, en plenas facultades mentales y consciente de su avanzada edad, dictó testamento ante el notario de la localidad Pedro Gabriel Fernández. En dicho testamento y tras ordenar varios cientos de misas por su alma y las habituales limosnas a los pobres del hospital y a los conventos para que rezaran por su alma, donó a la familia de su esposa (los Martínez-Aedo de Estremera) las tierras que poseía en los términos municipales de Villar del Águila, Palomares del Campo y Torrejoncillo del Rey en la provincia de Cuenca, que por la lejanía don Juan Manuel las tenía bastante abandonadas, así como varios útiles de plata (bandejas, escribanías y cubiertos) a los mencionados parientes de su esposa y a doña Elvira Martín Palomino, mujer de su sobrino Tomás Collado Peralta. No se olvidó de sus fieles mayordomos Eladio López Santacruz y Petra López, a los que dejó 80.000 reales, además de un cerdo cebado, la cama, colchones y sábanas de su esposa y las ropas de él mismo cuando falleciera. Al resto de criados de la casa y mayordomos encargados de la labranza y pastoreo legó las siguientes cantidades: a Odón Domínguez (3.000 reales), a Cesario López y su mujer Presenta Juárez (1.000 reales), a María Antonia Orgaz, cuidadora de su esposa durante su larga enfermedad (900 reales), a Domingo Villar (1.000 reales), a Nicanor Villar (500 reales), a los demás criados de pastoreo y labranza y al resto de criados no incluidos en los anteriores apartados (100 reales en metálico a cada uno).

Por lo demás, don Juan Manuel Collado, a falta de descendientes directos, dejó como heredero universal de todos sus bienes y posesiones a su sobrino Tomas Collado Peralta, de la cercana villa de Lillo, hijo de su hermano Nicolás Alejandro Collado y de doña  Bernarda Peralta Rodríguez del pueblo de Villarrubio. Don Tomás recibió con ello una auténtica lotería en forma de herencia que le sirvió para sanear su economía y sostener numerosos pleitos con sus familiares por una serie de bienes y propiedades procedentes de antiguos mayorazgos heredados por su bisabuela Juana Delgado Monroy en Casarrubios y Ventas con Retamosa. Don Tomás Collado estaba casado con doña Elvira Martín Palomino y Mora, de Madridejos, hija única de don Ildefonso Martín Palomino y Remón, registrador de la propiedad en aquel municipio. Y como al destino le gusta jugar con las sorpresas, cinco años después de la muerte de su tío, fallecía don Tomás en su pueblo natal de Lillo, sin dejar descendientes y legando la magnífica herencia de los Collados a su mencionada esposa.

DON GUMERSINDO DÍAZ-CORDOVÉS

Más pragmática y menos romántica que los familiares de su fallecido esposo, doña Elvira Martín Palomino y Mora casó en segundas nupcias con el abogado y político don Gumersindo Díaz-Cordovés y Gómez-Miguel del pueblo de Consuegra. Don Gumersindo era hijo de don Leoncio Díaz-Cordovés y Lumbreras y doña Josefa Gómez-Miguel, ricos labradores de las localidades de Consuegra y Orgaz. Abogado de renombre, don Gumersindo comenzó su carrera política en el Partido Conservador consiguiendo acta de Diputado desde 1896 hasta 1908 y de Senador vitalicio desde 1909 hasta su fallecimiento en 1921. Su matrimonio con doña Elvira Martín Palomino le proporcionó enormes recursos económicos, convirtiéndose en la persona más acaudalada de la localidad y en una de las mayores fortunas de la provincia de Toledo.

Con tanto capital por administrar y ya sin mayorazgos que le impidieran vender propiedades ni especial afinidad por nuestra población, doña Elvira Martín Palomino y sus posteriores herederos fueron deshaciéndose de muchas fincas rústicas y urbanas de Corral de Almaguer, entre las que se encontraban la propia casa solariega de los Collados que vendió a Clemente Tradacete, la de la Cruz Colorada que vendió a los Contreras de Quintanar, la Casa de los Briceños y el molino harinero que vendieron a los Fernández de la Vega, la de la Encomienda a don Cristino Pedroche, amén de otros muchos edificios y tierras en diversos puntos del término municipal. Doña Elvira Martín Palomino falleció el 21 de enero de 1917 y don Gumersindo el 17 de abril de 1921. Como tampoco tuvieron descendencia y doña Elvira era hija única, a su muerte el grueso de la herencia de los Collados recayó en los sobrinos de don Gumersindo, especialmente en Leoncia y José Díaz Cordovés, (hijos de su hermano Cipriano Díaz Cordovés y Dionisia Gómez Lázaro) que se convirtieron en sus albaceas.

Muy encariñado con sus sobrinos y dispuesto a solucionarles el futuro, don Gumersindo cedió su puesto de Diputado por el distrito electoral de Orgaz a su sobrino José Díaz Cordovés, que lo mantuvo desde 1908 hasta 1923, una vez que su tío pasó a convertirse en Senador Vitalicio. No contento con eso, don Gumersindo medió también en el matrimonio de su sobrino con María Teresa González Besada, hija de don Augusto González Besada, ministro de Hacienda, Gobernación y Fomento durante el reinado de Alfonso XIII. Don José Díaz Cordovés heredó también el magnífico piso familiar de la calle Alcalá 75 -frente al retiro- pero, al contrario que su tío, en política mantuvo siempre un perfil bajo, dedicando su tiempo libre a su gran pasión, los automóviles. Gran aficionado a estas máquinas, que por aquel entonces causaban sensación y eran signo de riqueza, don José Díaz Cordovés poseía un Ford y un espectacular Lincoln para los grandes acontecimientos. 

Durante la Guerra Civil don José Díaz Cordovés participó activamente en el bando franquista, siendo nombrado Director General de Aduanas. Falleció en accidente de automóvil el 9 de abril de 1939, dejando dos hijos: don Gumersindo Díaz Cordovés y González Besada (nacido el 27 de abril de 1914), que fue Consejero del Banco Hipotecario de España y don Augusto Díaz Cordovés y González Besada (nacido el 8 de agosto de 1918), que dedicó su vida a la carrera militar llegando al grado de Coronel. Con fuertes convicciones religiosas que lo acercaron a los movimientos ultracatólicos, don Augusto se casó en 1957 con doña Carmen Udaeta Ben­goa. De la unión de ambos nació don José Fernando Díaz Cordovés Udaeta que sigue actualmente la línea familiar.

Doña Leoncia Díaz-Cordovés por su parte, hermana de don José y ojito derecho de su tío Gumersindo, había nacido en Consuegra el 30 de diciembre de 1887. Hija de los mencionados Cipriano Díaz Cordovés y Dionisia Gómez Lázaro, jugó siempre un papel secundario en toda esta trama familiar, como correspondía a las mujeres de su época, manteniendo siempre una postura discreta en comparación con su hermano José. Destinada a ser la eterna segundona de la familia, don Gumersindo nunca se olvidó de ella y moviendo los hilos para concertarle matrimonio le sobrevino la muerte. A pesar de ello, como rica heredera de la comarca, a doña Leoncia no le faltaron pretendientes, casándose el 22 de noviembre de 1934 (de luto y en la mayor intimidad por la reciente muerte de su madre) con el apuesto abogado don Jesús Segoviano Martín del Campo, del cercano pueblo de Madridejos, quien según las malas lenguas, se revelaría  posteriormente como gran aficionado al juego y a las mujeres, conductas ambas bastante habituales entre los “señoritos” de la  época. Quizás por ello doña Leoncia se refugió en sus fuertes convicciones religiosas, dedicando parte de su herencia a obras de caridad y fundando en 1943, al igual que había hecho su tío Gumersindo en Consuegra, un colegio para niños en uno de los edificios de su propiedad de la calle Mayor de Corral de Almaguer. Dicho edificio (utilizado por ella misma en sus breves estancias en Corral de Almaguer) junto con numerosas tierras y una alquería conocida como la dehesilla pertenecientes a la herencia de los Collados, fueron donados en forma de fundación a los hermanos de las Escuelas Cristianas, con los que doña Leoncia había establecido relación de vecindad en su residencia madrileña de la calle Juan Bravo. Con esta donación, parte del extenso patrimonio de los Collados retornó a los vecinos de Corral de Almaguer y de la mejor manera posible: la Educación de sus hijos. Doña Leoncia Díaz Cordovés falleció el 14 de junio de 1967, siendo enterrada en la cripta de la Basílica de la Concepción de la calle Goya de Madrid junto a su tío Gumersindo.
 
Antigua Casa Solariega de la familia Gasco-Tercero en la que Dº Leoncia fundó el
Colegio "Dulce Nombre de Jesús" de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
(al final del edificio, con banderas en el balcón) 

 
Posdata: No puedo terminar este artículo sin recoger una última mención a Don Juan Manuel Collado Ruiz de Alarcón “el último collado”. Y es que tras la orden de traslado de los cementerios fuera de las ciudades, promulgada en 1804 por Manuel Godoy, favorito del rey Carlos IV, el Ayuntamiento de Corral de Almaguer decidió cerrar los viejos lugares de enterramiento situados en el interior y exterior de la iglesia parroquial y las ermitas del término y comprar una tierra a don Juan Manuel Collado en el comienzo de la antigua Vereda de San Marcos (hoy final de la calle de la Cuerda y actual Colegio Público de Ntra. Sra. de la Muela). Allí se inauguró el 17 de noviembre de 1806 el primer cementerio extramuros de la villa, que costó un total de 11.300 reales y ocupaba una superficie aproximada de 3.000 metros cuadrados.

Con cercas de pobre estructura (a base de tapial) y con una columna en el centro del recinto rematada por una cruz de hierro, como único adorno (hoy en la ermita), al nuevo camposanto se le añadió una pequeña capilla adosada a uno de los laterales, que fue construida con las piedras de la derruida ermita de la Concepción. Pasadas unas décadas (entre 1855 y 1858), a continuación de esa pequeña capilla se construyó una galería cubierta con cuatro alturas de nichos, que ocupaban todo un lateral del cementerio. En esa galería cubierta destacaban dos recintos apartados y separados por artísticas rejas. El primero de ellos construido por la parroquia para enterramiento de los sacerdotes y el segundo levantado por don Juan Manuel Collado para sepultura de él mismo y sus familiares.

Columna que estuvo situada en el centro del primer cementerio 
de Corral de Almaguer, trasladada posteriormente a la ermita

Pasado un siglo el cementerio volvió a quedarse pequeño, por lo que las autoridades decidieron en 1910 construir otro nuevo junto a la carretera de Cabezamesada, en un pequeño alto conocido como de Santa Lucía, propiedad, como no, de la familia Collado y que gentilmente donaron sus herederos indirectos Doña Elvira Martín Palomino y Don Gumersindo Díaz Cordovés. Pues bien, a pesar de haberse beneficiado generosamente de la enorme fortuna de los Collados, ninguno de los herederos se preocupó de trasladar los restos de don Juan Manuel al nuevo camposanto, o si lo hicieron no dejaron huella, perdiéndose la memoria de su enterramiento y el rastro del “último Collado”. Y es que los Dioses son sólo marionetas en manos del tiempo y su tumba no refleja sino la fragilidad de su poder.

 

Rufino Rojo García-Lajara

(Noviembre de 2004)


Mi especial agradecimiento a José Juárez Plaza, juez de paz de Corral de Almaguer durante muchos años, que me facilitó todo tipo de información y documentación escrita y fotográfica sobre el último Collado  

Bibliografía:

A.G.S. Registro General del Sello. LEG:150111,2. Fecha 30-11-501, Confirmación del Privilegio de Hidalguía a Juan Collado, Comendador de Ocaña.

R.A.H. Colección Salazar. Tabla Genealógica de la familia Collado, vecina de Corral de Almaguer (Toledo) 9/309, fº 182.

Jerónimo López de Ayala Álvarez de Toledo, Conde de Cedillo Catálogo monumental de la provincia de Toledo. Diputación Provincial de Toledo. 

Biblioteca Virtual de Prensa Histórica. Noticias y esquelas mortuorias de la familia Díaz Cordovés.  

A.H.N. FC-Mº Hacienda, 7089, Exp97, Expediente de la contribución general sobre la renta de José Díaz Cordovés Gómez, correspondiente al ejercicio económico de 1933. 

Rojo García-Lajara, Rufino. Grandezas y Bajezas de la aristocracia corraleña del Siglo XVI. Ed. Círculo Rojo (2011)

Rojo García-Lajara, Rufino. Corral de Almaguer en los Libros de Visitas de la Orden de Santiago. Ed. Círculo Rojo. (2021)

García Ibáñez, Gorgonio. Descripción Histórica de la Muy Noble y Leal villa de Corral de Almaguer. Año 1864

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